En la época que nos ha tocado vivir, las libertades personales menguan a cada lustro transcurrido. Podemos echar la vista atrás y comprobar la cantidad de películas, libros, artículos o intervenciones en televisión de los 90 que hoy nos parecerían sencillamente imposibles de ver en los mass media. Uno no nace vacunado contra la pérdida de la libertad de expresión; te despojan de ella sin tirones, con suavidad y con paciencia japonesa.
Desde luego las redes sociales han contribuido a ello, a pesar de las bondades que se le han adjudicado desde sus inicios. La viralización de un tuit o un vídeo en YouTube va acompañada el 90% de las veces de campañas de acoso y derribo al autor de los mismos. Un tuit que manifieste una opinión (dando por sentado que no insulta a nadie, sencillamente mostrando un punto de vista, aunque sea polémico) no se viraliza sin pagar el peaje de 50 o 60 personas insultando, menospreciando o ridiculizando al usuario que lo publicó. Y eso en el mejor de los casos. En el peor, existen usuarios que no se contentan con encasillar al autor, insultarle o amenazarle; persiguen que castigado en su vida real o vilipendiado lo máximo posible y, para ello, nada mejor que difundir sus datos personales acompañados por una buena foto y una campaña de acoso a su empresa o centro de trabajo.
La red social es un medio que favorece el encasillamiento rápido y sencillo de las personas: es un facha, un rojo, un franquista, un machirulo, una feminazi, un aliade, un fascista, un comunista, un nazi, un homófobo, un racista, un tránsfobo, etc... Todo el mundo se lleva su etiqueta a razón de un tuit en contra. Nadie conoce a nadie y nadie quiere conocer a nadie. Es tal la ola de mensajes diferentes que sólo te detienes a leer aquellos que llamen la atención. Si no comulgan con tus ideas, bloqueas o silencias tras dejarle una respuesta en forma de etiqueta. Al final, se tiende a rodearse de gente que piense igual que tú y a ignorar o desplazar a aquellos que no comulgan con tu credo.
Como peones que funcionan a través de la acción-reacción, aprendemos con el tiempo que la autocensura es defensa profiláctica frente a la horda creciente de indeseables que pueblan las redes sociales. Para entrar en materia y dejarme de generalidades, mencionaré algunos ejemplos de los temas tabú más peliagudos para cualquier usuario:
1-Violencia machista: es uno de los reyes del odio en internet. Paradójicamente a lo que debiera provocar, las noticias relacionadas con violencia machista consiguen una y otra vez las mismas discusiones encarnizadas entre dos bandos claramente diferenciados y que se odian a muerte.
La secuencia es la siguiente: Se publica la denuncia de un caso de violación grupal a una chica y aparecen los primeros mensajes condenatorios (como nos dice la lógica). Son los típicos mensajes de apoyo a la víctima y de repudia a los autores. Hasta aquí, todo normal. Conforme pasan los minutos, algunos mensajes elevan el tono hasta que aparece alguno que generaliza sobre la figura del hombre. "Sois todos unos violadores" ,"Nos estáis matando" o "Hombre muerto, abono pa mi huerto". Tras esto, se suceden los comentarios de repulsa hacia los mensajes que criminalizan al hombre en general, incluyendo insultos hacia las feministas. Pasan los minutos y se filtra de algún modo que los autores de la violación son argelinos, con lo que nos cae encima una ola de mensajes enchidos de orgullo subrayando que los autores son inmigrantes y que es la izquierda la que reivindica el famoso "Welcome Refugees". En respuesta a esto, aparecen mensajes que tachan de racistas a aquellos usuarios que han escrito mensajes sobre la inmigración. En medio de toda esta locura, las feministas permanecen en silencio porque, al parecer, si el violador no es blanco y heterosexual, su lucha pierde fuerza. Los bloqueos entre un bando y otro se hacen notar. Al cabo de unas horas, el timeline de cada usuario se limpia de opiniones y usuarios no afines.
2-Nacionalismo catalán e independentistas: otro de los grandes protagonistas del día a día. Es un tema que ha provocado que la mayoría de usuarios de Twitter independentistas lleven al lado de su nick el famoso lazo amarillo. En el otro bando podemos ver banderitas de España por doquier. Es una manera de no dar demasiada importancia al mensaje según quién lo escriba. Es decir, es una forma de agudizar aún más los prejuicios y las etiquetas por los que esta red es célebre. Porque, seamos sinceros, Twitter es una red social donde se habla de política, principalmente. En Instagram se dedican a otras cosas, como al culto al envase y a lo superficial, o a la creación de vidas paralelas imaginarias necesitadas de aprobación externa.
En cuanto surge cualquier noticia de Cataluña, los constitucionalistas son franquistas y los indepes son comunistas. No hay más, es sencillo. La evidente diferencia ideológica que la izquierda ha tenido históricamente con el nacionalismo se solventa plegándose al mensaje de la opresión del estado y al rechazo a España, donde se sienten bastante cómodos por contraposición a los fachas, que llevan 80 años reclamando la rojigualda para ellos.
3-Feminismo: Tercer gran cimiento del odio en Twitter y, sin duda, mi preferido. Pocas cosas son tan placenteras como ver a una lesbofeminista hablando de la heterosexualidad obligatoria y del mito del orgasmo coital. Un buen tuit preguntando a las mujeres "por qué siguen practicando el coito cuando está demostrado que su orgasmo es clitoriano y no vaginal" (@Annapratx dixit), siempre me alegra el día, lo reconozco. Las lesbofeministas son mis favoritas por muchos motivos, pero dos se llevan la palma: el lenguaje propio que utilizan y el método que tienen para despreciar a aquellas mujeres que no son de su cuerda. El lenguaje inclusivo tiene todo un mundo de posibilidades a la hora de ser analizado; baste decir que consideran a la RAE como parte de la apisonadora heteropatriarcal y por ello han decidido utilizar un dialecto paralelo para comunicarse entre sí. Es un dialecto de libre configuración que la mayoría de veces lleva a confusión, incluso entre ellas, pero que resulta maravilloso de leer si quieres reírte un rato.
En cuanto a su estrategia para quitarse de encima a mujeres no adeptas es bien sencillo: utilizan la condescendencia y las invitan a deconstruirse, pues opinan bajo la influencia de la sociedad heteropatriarcal y sus dogmas históricos. De hecho, una lesbofeminista convencida te dirá que la heterosexualidad no es más que otra herramienta institucional del heteropatriarcado para atar a la mujer. Por lo que mantendrán su deseo de que todas las mujeres se deconstruyan y declaren su lesbianismo natural. Por cierto, se odian entre ellas. Me refiero a las lesbofeministas y a las feministas de cuarta ola. Las acusaciones de homofobia y transfobia en público son de lo mejor de Twitter.
En fin, éstos son algunos de los temas que podemos encontrar cada día en la red y que provocan en mucha gente su rechazo a comentarlos por evitar una avalancha de imbéciles integrales que te amarguen el día.
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