Las ONG's que trabajan en el Mediterráneo no patrullan el mar hasta encontrar pateras ni realizan rescates aleatorios de inmigrantes. La manera de proceder es navegar las costas de Libia, principalmente, esperando que un remolcador avise tras dejar una embarcación con los inmigrantes en alta mar. Cada uno de los inmigrantes paga una media de unos 5000 euros por una plaza en la patera y un remolcador que los transporte y avise al barco de la ONG.
El barco de la ONG acude al punto de encuentro, recoge a los inmigrantes y pone rumbo a Europa. No se plantea dejarlos en el puerto seguro más cercano porque no se trata de un rescate marítimo, se trata de una transacción. No quiere decir que los inmigrantes paguen a la ONG; los inmigrantes pagan al tratante que organiza el viaje y la ONG recibe atención atención mediática, relevancia internacional y por tanto, subvenciones y donaciones para asegurar su sostenibilidad.
Tras iniciar la recogida de los inmigrantes, los trabajadores les procuran cuidados durante la travesía y el dueño de la embarcación, inicia las gestiones necesarias para su desembarco en Europa. Aquí entra en juego la maquinaría mediática, necesaria a todas luces para seguir en el juego. Si el foco de los mass media se coloca sobre su barco, la ONG logra un plus de poder frente a la resistencia del gobierno europeo de turno. Comienza la batalla por los minutos en prensa y por el posicionamiento en Twitter e Instagram. Cuanto más tráfico se genere, mayor será la probabilidad de doblegar al país de acogida. Lograr subir a bordo a una estrella del cine o a un jugador de la NBA, sin duda aportará relevancia. El objetivo es viralizar el caso hasta que todo el mundo hable de él.
El dueño de la ONG sabe perfectamente que el objetivo del desembarco en Europa le proporcionará prestigio humanitario frente a Occidente y fiabilidad frente al tratante, que continuará eligiendo sus servicios para llevar inmigrantes hasta las costas europeas.
Si el gobierno decide ceder y acepta a los inmigrantes tras dos o tres semanas, la ONG habrá logrado su cometido y podrá volver al mar. Occidente habrá pasado quince o veinte días discutiendo sobre un centenar de inmigrantes e ignorando que en Julio de 2019, solo a través de Algeciras, llegaron más de 1900 personas a las costas españolas de manera ilegal.
Todos los actores de esta situación reciben su parte: los mass media obtienen una buena historia y gran cantidad de tráfico narrando el relato del día a día del barco. La ONG recibe notoriedad internacional, lo que le proporciona ingresos provenientes de las donaciones. El tratante recibe el dinero de los inmigrantes y se gana una imagen de fiabilidad y capacidad para llevar con éxito gente a Europa de manera ilegal.
Estas serían algunas de las consideraciones generales pero en el caso del Open Arms, habría que subrayar las consideraciones particulares. Mientras el barco se encontraba en aguas italianas, recibió el ofrecimiento del gobierno español para su desembarco en el puerto de Algeciras. Óscar Camps, el dueño de la ONG rechazó la propuesta alegando que los inmigrantes no estaban en condiciones de asumir cinco días más de viaje. Sin embargo, tampoco consideró la posibilidad de acudir a Túnez por ser un destino donde los derechos de los inmigrantes podrían ser violados. La ONG también rechazó Mallorca y Mahón en los últimos días. Si os preguntáis por qué, la respuesta puede estar en que el Open Arms tiene una multa pendiente de 900k euros en cuanto pise puerto español y una posible inmovilización, como ya le ocurrió en Barcelona durante más de 100 días, según Capitanía Marítima por "negarse a desembarcar inmigrantes en el puerto seguro más cercano". Éste es el negocio Óscar Camps, que también ha colocado a su empresa de socorrismo en un buen puñado de playas españolas, ganado concursos mediante abaratamiento de costes, jornadas maratonianas de los trabajadores, etc...
Ésta es la realidad que los medios no cuentan, la que resulta tabú porque podría distorsionar el relato que han articulado y la que resulta políticamente incorrecta. Por eso nadie quiere oírla, porque resulta incómoda y no encaja con la corriente altruista que nos dicta el relato oficial. La gente no quiere oír nada de mafias ni tráfico de personas y mucho menos de trapos sucios o intereses económicos por parte de las ONG's. Quieren una historia de héroes que se dedican a salvar vidas por convencimiento filantrópico frente a la burocracia capitalista europea que gira la cabeza y cierra sus puertas a gente indefensa.
No hay nada que hacer, creedme.
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