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La sociedad enferma en la que vivimos ha creado un halo de negatividad sobre los comentarios sinceros tachándolos de soeces o inapropiados. Pongamos a una chica de treinta años admitiendo en su corrillo laboral que ella está buscando a un hombre bien posicionado y con pasta. Pasta de verdad. Quiere vivir segura, sin preocupaciones. Quiere tener dos hijos con él y matricularlos en un colegio trilingüe. Quiere fardar delante de otras mamás y conducir un BMW X5. Imaginaos el linchamiento.
Sin embargo, muchas de las componentes de ese corrillo tienen sueños parecidos. No sueñan con una buena persona, os lo aseguro.
En el caso de las mujeres, lo normal es fantasear con alguien que les otorgue seguridad. Y es lo normal porque el instinto así lo dictamina. No es nada reprochable o indigno. Es supervivencia. Antaño la seguridad se medía en la fortaleza del macho y en la capacidad que tenía de proteger a la mujer y a su descendencia. Un macho alto y fuerte proporcionaba alimento y cobijo y por eso la mujer lo escogía como pareja y padre de sus hijos. Hoy día el canon de macho protector ha cambiado y un hombre alto y fuerte no asegura por sí sólo la protección de antaño. Es el dinero el músculo y la fuerza capaz de atender las necesidades atávicas de la mujer. Por eso, un tipo flacucho y con escaso atractivo físico, puede llegar a atraer a un gran número de mujeres si demuestra poseer una posición social elevada y un alto poder adquisitivo. El canon ha cambiado. Cash manda.
En el caso de los hombres, la necesidad genética de fecundar numerosas hembras para aumentar su probabilidad de crear descendencia, suele chocar frontalmente con el ideal occidental del feliz matrimonio. La infidelidad entra en juego, e impide por regla general, que la pareja única triunfe. Es fácil mirar alrededor y contar con los dedos los matrimonios que perduran al cabo de cinco o diez años. La mayoría fracasan, y una de las razones es, efectivamente, la genética del macho. Todo esto, trasladado a nuestra época, se resume en que el deseo sexual suele jugar un primer plano es la decisión del hombre de formar una pareja. La posición social o el dinero, quedan en segundo plano. A los tíos les gustan las tetas y los culos, claro. De formas distintas o cánones diversos, es igual, hay de todo, porque el deseo sexual es algo muy personal y difícil de categorizar, pero desde luego supera al deseo de estar con una buena persona.
Por tanto, la próxima vez que tengamos la tentación de tachar de puta a cualquier mujer que busque dinero y posición en su pareja o de cabrón a aquel que va de flor en flor, quizá sería buena idea darle una vuelta y reflexionar sobre el asunto.
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