viernes, 14 de octubre de 2016

Bob Dylan y su Nobel de Literatura

Lo de Dylan es como lo de Obama: una puta broma. De repente el premio más prestigioso del mundo decide suicidarse ante su público literario y abrirse hacia el mundo casual. Darle el Nobel de Literatura a Bob Dylan es el sueño húmedo de toda una camada de hipster paletos. Están contentos porque entre los aspirantes, Dylan es al único al que han medio leído en su vida; como mucho a Murakami.

Bob Dylan es un gran compositor, quizás el más grande de los últimos 40 años. Pero que gane el Premio Nobel cuando Borges no lo consiguió, como mínimo es alarmante. Las letras de Dylan sin música no resisten una comparativa con los diez mejores poetas de las últimas décadas. Es así de simple. Igual de cierto que Dylan ha ocupado portadas en cientos de medios y Javier Marías no lo hubiera sido; sólo en el mundillo literario.



Obama abrió la senda de los Premios Nobel al mundo mainstream. No había sentado su culo en el despacho oval y ya estaba medio decidido que sería elegido como el gran ariete de la paz. Todo por prometer en campaña que retiraría las tropas de Irak y que cerraría Guantánamo. Por supuesto, no cumplió ninguno de los dos postulados. Pero es igual, eso a nadie le interesa. En ese momento, sólo interesaba aprovechar la ola de la popularidad del primer presidente negro. Aún así, el Nobel de la Paz siempre ha sido la maría de los Premios. Poca importancia desde la época de Arafat y demás.
Pero el de Literatura sí conservaba el halo de respeto que lo hacía especial por su acierto en señalar a grandes hombres y mujeres de las letras; con alguna injusticia histórica como Jorge Luis Borges o García Lorca.



El marketing es la nueva ciencia dominante del mundo capitalista. La publicidad, la imagen y el mercadeo lo son todo en nuestra sociedad. Si tienes detrás una campaña potente de publicidad cualquier cosa es posible, y por eso Bob Dylan ha ganado el Nobel. La realidad es que nadie lee libros hoy día y nadie puede vivir de la literatura. Tan sólo las sagas juveniles tiene el tirón necesario como para arrasar entre el público casual y generar beneficios. Después vienen las películas.






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