miércoles, 4 de noviembre de 2020

La Verdadera Ley Mordaza

The real one. Esta vez sí que sí. Por fin llega la Ley Mordaza a nuestras vidas y no la pantomima que intentó el PP hace unos años. Aquello era una Ley absurda dirigida a acobardar a cuatro manifas y a incautar fotos y vídeos de policías dando rienda suelta a sus porras de fresno. La triste realidad, sin embargo, es que afectaba a un sector de la población muy escaso. Pecaba de una indudable falta de ambición. 

Por otro lado, la ley que el Gobierno está ultimando es harina de otro costal. Tiene fuerza y frescura. Hablamos de la auténtica censura en redes sociales por medio del socorrido "delito de odio", fórmula utilizada en Estados Unidos para descalificar cualquier conducta que se aleje del dogma. Se trata de extender una ola de suspensión de cuentas, mensajes alerta de fake news, multas y amenazas burocráticas de todo tipo, de manera que el típico listillo con una cuenta de 20k seguidores y mucho tiempo libre, deje de tocar las pelotas al Ejecutivo. Se acabó lo de llamar Chepas o Marqués de Galapagar a Pablo Iglesias, pues ahora cuenta con arma capaz de enterrar a los graciosetes en kilos de mierda administrativa y judicial. Una auténtica oda al acoso institucional que hará las delicias de los más cerriles defensores de poner en su sitio a los fascistas y a los nazis. 

Por ejemplo, esta Ley nos permitirá denunciar a cualquier miserable que se atreva a dudar de que un trans es una mujer o pondrá en la mira a los historiadores que disientan sobre el franquismo, el colonialismo o el indigenismo. Se acabaron las teorías alternativas que predominan en muchas cátedras nacionales.  

Es una Ley que se asienta sobre bases sólidas como el hormigón armado. La firme convicción de que el hombre vive mejor en entornos controlados que le impidan divagar. Dadme a un hombre necio pero obediente y os construiré un imperio. Ésa es la idea básica. El nuevo hombre del siglo XXI, despojado ya de toda masculinidad tóxica, de ideas tabernarias y de costumbres burguesas es un ciudadano que se sabe poco o nada en relación a la mujer, pues a ella le debe perdón histórico y, por ende, genuflexión a perpetuidad. Con ese hombre en mente, la Ley viene a señalar a aquellos que se alejen del canon, devolviendo al conjunto una maravillosa capa de vacuidad. 



Sólo aquellos líderes brillantes como la katana de un samurai son los destinados a establecer conexión con el corazón del pueblo y sólo aquellos que verdaderamente pertenecen a él son dotados de la capacidad innata de amar. Pablo Iglesias sabe amar al vulgo y nos ofrece este regalo leguleyo para nuestro gozo. Nos dice: "Liberaos de las cadenas del pensamiento neoliberal. Dejadme que os guíe". Ésa es la genialidad de su ser, convertido ya en padre de la nación y brújula moral donde mirarnos. 

Estoy convencido de que toda democracia real precisa de herramientas que ayuden a depurarla de pensamientos tóxicos e intolerantes. Seamos intolerantes con los intolerantes. Otra idea fabulosa; en Twitter dicen que de Popper. Vete a saber. ¿Quién coño ha leído a Popper? Yo no, desde luego. Pero sé que viviremos en una patria mejor despojada de la chusma de la extrema derecha. Y la Ley Mordaza viene a servir a esa noble causa. Os animo, pues, a denunciar sin temor cualquier acto de pensamiento o de palabra que atente contra la tolerancia y los valores democráticos de nuestra querida patria. 

Sospechad de aquellos que se envuelven en la bandera, pues pretenden adueñarse de ella y despojarnos al resto de sus colores y su calor. Desconfiad de cualquiera que se llame a si mismo español, pues pretende dañar la multiculturalidad de nuestra patria y menospreciar a los distintos pueblos que la conforman. Denunciad sin miedo a vecinos, compañeros de trabajo y familiares, pues será bueno para ellos conocer el alcance del poder del Estado, amén de hacerles reflexionar detenidamente sobre sus futuros actos. Estad atentos y observad, después informad y más tarde, el Estado proveerá. 

Estoy pletórico, no puedo negarlo. Una patria social y multicultural como la nuestra es un tesoro poco común en la historia del hombre/mujer. Este es un gran primer paso, pero pronto llegará la Ley del Sólo Sí es Sí, seguida de la Ley de Autopercepción de Género y la Ley de Educación Social, que ayudará a guiar a nuestros jóvenes. Pablo sólo ha establecido los cimientos, pero los ladrillos llegarán hasta formar muros firmes y duraderos donde cobijarnos. El sueño socialista hispano... qué maravilla. 


miércoles, 12 de agosto de 2020

La Ley Trans

Una de las máximas de los posmodernos que están invandiendo el pensamiento social y cultural de Occidente, es que la sexualidad tradicional ha de derrumbarse al precio que haga falta. Algunas teóricas feministas han ido evolucionando en su pensamiento hasta desafiar a la propia biología académica sobre el sexo. Es decir, hasta ahora, la convención era que el género era un constructo social que otorgaba una serie de roles culturales al hombre y a la mujer. De ahí que muchas feministas luchasen por derogar esos postulados que partían de la tradición occidental pero que afectaban en algunos aspectos a la mujer. 

Sin embargo, desde hace algunos años, filósofos como Paul Beatriz PreciadoManifiesto Contrasexual— o feministas como Judith ButlerEl Género en disputa—, defienden que no sólo el género es una construcción social, sino que el sexo también lo es. Se basan en la autopercepción como elemento que dictamine qué es cada persona. Es decir, algunas personas —aquellas que padecen disforia de género—, no se identifican con el género que le asignaron al nacer. Si un hombre percibe que no se siente hombre, sino que es una mujer, comienza un periodo de transición que consta de hormonación constante e incluso de cirugía. Estas teóricas plantean la duda de en qué momento ese hombre puede ser considerando mujer, ya que establecer dos años de hormonación —como ocurre en España— para ser consideradas como tales, no se correspondería con la realidad que él/ella percibe.

Partiendo de esta base, se ha comenzado a legislar en países como Canadá o Argentina, la famosa Ley Trans, que viene a legalizar la autopercepción como método para el cambio de sexo, sin necesidad de hormonarse ni de pasar por quirófano. Y además, viene a establecer decenas y decenas de nuevos géneros que han ido surgiendo. 

Evidentemente, esta Ley conlleva una serie de problemas evidentes, que pueden poner patas arriba a nuestra sociedad. El principal es que si cualquiera puede ser mujer con sólo decirlo, se convierte en mujer bajo el prisma de la Ley, con todo lo que ello conlleva. Vestuarios, equipos femeninos, cárceles femeninas, etc… todo a disposición de aquel que afirme que es mujer. No en balde, muchas feministas se han dado cuenta de esta situación y el otro día promovieron #IreneMonteroDimisión, ya que la Ministra de Igualdad es la principal defensora de la implantación de esta Ley. A este grupo muy numeroso de feministas que están en contra, desde el lobby LGTBI+ se les denomina TERF’s —Trans Exclusionary Radical Feminist—, en un claro intento por denigrar este movimiento e intentar quitarlas de en medio. El Partido Feminista, del que Lidia Falcón es su lideresa, fue expulsado de IU por oponerse a esta ideología, que de forma clara y evidente, viene a restar importancia al hecho de ser mujer de manera biológica, queriendo equipararlo al hecho de ser mujer por “autopercepción”. 

Tras el éxito de este hashtag en Twitter, una oleada de odio coordinado, intentó contrarrestar el movimiento de protesta sobre la Ley Trans, llegando a vincular a estas feministas con el discurso de VOX, además de insultarlas de todas las formas posibles. 




La mayoría de la sociedad no suele entender nada de la idelogía de género porque leer a Butler o a Preciado requiere un ejercicio de voluntad muy firme, os lo aseguro. Sus textos son enrevesados y muy opacos, ya que intentan a través de la retórica tumbar evidencias marcadas a fuego en disciplinas como la biología, la fisiología, la anatomía, la neurología, etc. Sin embargo, a través del poder mediático del lobby LGTBI+, que recibe cantidades ingentes de dinero a través de organizaciones como Open Society, están ganando la batalla cultural a base de intimidar a aquellos que se les enfrentan. En esta guerra por desgaste, os adelanto que será el lobby LGTBI+ quien gane y quien, finalmente, imponga una ley que no surge de ninguna necesidad social, sino de los caprichos de la corrección política y de la posmodernidad. 

martes, 9 de junio de 2020

La Religión del Caos

Cuando hace un par de días observé cómo un pelotón entero de la Guardia Nacional estadounidense hincaba la rodilla ante un centenar de manifestantes, tuve la certeza absoluta de que Occidente estaba condenado. El tándem del Primer Mundo, formado por la Vieja Europa y su alumno aventajado, los implacables Estados Unidos de América, iban a verse derrotados por un ejército de fanáticos criados al calor de la mercantilización de la imagen y guiados por la infantilización de sus cavernosos cerebros.

Éste era el final del camino de dos mil años de Historia cimentada en la sangre de la hoja del gladius romano y en las tragedias de Eurípedes; en la belleza del Califato Omeya de Córdoba y su Medina Azahara, en la grandeza de Carlomagno y su Sacro Imperio; en el Cantar del Mío Cid y en la Asturias de Don Pelayo; en la Universidad de Salamanca y en la Escuela de Traductores de Toledo; en las Cruzadas a Tierra Santa y en la Orden del Temple; en la devastación de la Peste Negra y en las herejías cristianas; en la Pinta, la Niña y la Santa María; en el Tercio Viejo de Cartagena y sus temibles piqueros y arcabuceros; en Felipe II y en su Imperio, donde jamás se ponía el sol; en el Hombre de Vitruvio de Leonardo y la Capilla Sixtina de Miguel Ángel; en el telescopio de Galileo y en el modelo de Copérnico; en Tomás de Torquemada y el temor al Santo Oficio de la Inquisición; en la Macbeth de Shakespeare y en El Perro del Hortelano de Lope; en la Ley de la Gravedad de Isaac Newton y en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos; en la Toma de la Bastilla y en el Terror de Robespierre; en la Primavera de los Pueblos y en el Manifiesto Comunista de Marx y Engels; en el Crimen y Castigo de Dostoievsky y en la Ana Karénina de Tolstoi; en la E=mc² de Albert Einstein y en la radioactividad de Marie Curie; en la Gran Guerra y en la Toma del Palacio de Invierno; en los Felices Años 20 y en la terrible naturaleza de Hitler; en el Desembarco de Normandía y en el abismo nuclear de Hiroshima y Nagasaki; en la Guerra Fría y en la muerte de Kennedy; en el sueño de Martin Luther King y en el pequeño paso de Neil Armstrong; en el Telón de Acero y en la caída del Muro de Berlín; en la muerte de Freddie Mercury y en el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York; en el Euro y en el Brexit; en la caída de Leman Brothers y en el ascenso de Barack Obama.



Después de tantas penurias y tanta luz, Occidente ha decidido por fin suicidarse. Ha encontrado la bala de plata que pondrá fin a todo lo conocido para dar paso a algo terrible, la idiocracia. No hay nada peor que un necio fanatizado, dirigido. Porque el estúpido no posee los elementos de juicio necesarios para priorizar el instinto de supervivencia; no los necesita. Sólo requiere de órdenes claras y simples, de etiquetas predefinidas a las que aferrarse y de discursos vacíos de todo y llenos de nada. El necio necesita una religión secular, que le proporcione un propósito en medio de su vida desposeída de valores y plagada de frustración. La frustración es el combustible que mueve los motores gripados de los más simples que, en el fondo, siempre han sido munición en manos de mentes superiores.

La izquierda ha comprendido de manera brillante, a mi parecer, que la lucha de clases no tenía sentido en nuestros días, ya no. Es por ello que tras algunas décadas de ensayo y error, ha encontrado el momento ideal para plantar nuevas semillas de rápida germinación. Mediante una amalgama de ideologías basadas en la confrontación de dos bandos, ha elaborado un pastiche que no tiene rival aparente. Ha combinado con la habilidad de un cirujano el movimiento feminista de cuarta ola con el antifascismo hijo del fracasado movimiento antiglobalización; lo ha aderezado con un poco de ecologismo new age teenager y le ha dado consistencia mediante el antirracismo y un amplio conocimiento de la comunicación en redes sociales. A fuego lento durante más de un lustro, la izquierda ha terminado por cocinar y servir —con éxito— una religión secular que ha logrado meter en el gaznate de millones de eunucos dispuestos a inmolarse sin dudarlo. No se les promete un paraíso con 72 vírgenes, pero sí lograrán aceptación en Instagram y en Twitter, lo que para muchos de estos cretinos es un plato mucho más suculento.

Nacieron con un smarphone en la mano y las grandes corporaciones aprovecharon la oportunidad. Los sepultaron bajo toneladas de información vacía, contradictoria y destinada a generar confusión. Ante tal cantidad de estímulos, prefirieron los textos cortos a los largos, los tuits a los artículos y los vídeos a los libros. El resultado es más que evidente: un ejército de estúpidos lobotomizados.

Basta un hashtag en Twitter o una corriente en Instagram, para que marchen al frente y se ofrezcan como meras herramientas de aquellos que dirigen lo que leen, buscan y comparten a través de algoritmos generados en el desierto de Nevada. Si lo que está de moda es arrodillarse ante un negro porque la masa lo indica, ellos no dudarán en hacerlo. La pregunta es qué pasará cuando se les pida que aprieten el gatillo de la 9 mm que apunta a sus sienes.

jueves, 4 de junio de 2020

El fascismo

¿Qué es el fascismo?

Hoy he leído en Twitter una ola de gente llamando fascista a Joaquín Sabina y a Pérez-Reverte. Evidentemente, es el tipo de gente que se mueve según los hilos que manejan sus brazos y piernas. Marionetas sin formación alguna que bailan al son de la izquierda cultural. Armas de la posverdad utilizadas como arietes en la guerra del relato político. Sin embargo, la deformación del término fascista está siendo tan evidente que resulta preocupante, ya no sólo por uso denigrante, sino por la perversión del significado del mismo.

Por ello, voy a intentar dar unas pinceladas en este artículo sobre el origen del movimiento, sus principales características, su impacto en la década de los 20 y su encaje en el panorama político actual.

La palabra fascismo surge del latin fasces, que se refiere a un símbolo de los magistrados romanos formado por 30 varas unidas con la cabeza de un hacha. Los lictores, que eran funcionarios que acompañaban a los magistrados romanos, portaban el fasces al hombro, simbolizando el poder del magistrado para otorgar justicia y aplicar la sentencia dictada.



El 23 de Marzo de 1919, Benito Mussolini fundó los Fasci Italiani di Combattimento, una amalgama de miembros de otros partidos, que se vieron atraídos por el discurso nacionalista, que aglutinaba el descontento por las escasas ventajas obtenidas por Italia tras su participación en la Gran Guerra. Mussolini, ex-miembro del Partido Socialista Italiano, organizó un movimiento antiparlamentarista que un par de años más tarde desembocaría en el llamado Partido Fascista Italiano, partido que se caracterizó por un fuerte movimiento violento de sus bases hacia los militantes de la izquierda y hacia los sindicalistas.

El inicio de la década de los 20 en Italia vino marcado por el descrédito del sistema parlamentario y una sucesión de gobiernos de extrema debilidad. Los fasci, debido a su brutal oposición a los comunistas, obtuvieron el apoyo de los propietarios industriales, los católicos y los conservadores en general. Esta campaña de represión culminó en la famosa Marcha sobre Roma, donde miles de camisas negras —la milicia armada del Partido Fascista— partieron hacia la capital italiana para exigir la caída del sistema parlamentario. El Rey Víctor Manuel III, rechazó firmar el estado de sitio ante la gravedad de la situación y, días más tarde, nombró a Benito Mussolini Primer Ministro.
En su primer discurso ante la Cámara, Benito Mussolini pronunció las siguientes palabras:

He rechazado la posibilidad de vencer totalmente y podía hacerlo. Me autoimpuse límites. Me dije que la mejor sabiduría es la que no se abandona después de la victoria. Con 300 000 jóvenes armados totalmente, decididos a todo y casi místicamente listos a ejecutar cualquier orden que yo les diera, podía haber castigado a todos los que han difamado e intentado enfangar al fascismo. Podía hacer de esta aula sorda y gris un campamento de soldados: podía destruir con hierros el Parlamento y constituir un gobierno exclusivamente de fascistas. Podía: pero no lo he querido, al menos en este primer momento.

Por tanto, el Fascismo nace con dos características fundamentales: un antiparlamentarismo acérrimo y la militarización de la política mediante la violencia institucionalizada que ejercieron las bases. Se le pueden agregar elementos ideológicos relacionados con el nacionalismo y por el culto al Duce, que fueron extendidos mediante la propaganda y el control de la mayoría de facetas de la vida cotidiana. En esos primeros años de la década de los 20, el fascismo italiano se convirtió en un ejemplo de actuación para otros movimientos totalitarios que estaban naciendo en Europa, incluida la dictadura de Primo de Rivera en España.

La simbología también tuvo un papel importante, ya que los fascistas se adueñaron de elementos propios del Imperio Romano, del que reivindicaban ser descendientes. El racismo no era una característica oficial del partido, aunque existen numerosos discursos del Duce de exaltación de la raza aria. En cuanto a la economía, tanto el fascismo italiano como el alemán se caracterizan por el corporativismo y el rechazo por el sistema capitalista. Es decir, se trata de una política antiliberal que practicó una economía planificada, dirigida y controlada por el Estado.

He intentado dar unas pinceladas del origen del fascismo y sus principales características, ya que el término ha terminado siendo un juguete en manos de estúpidos sin las lecturas mínimas para ser tomados en serio. El hecho de intentar comparar a los fascistas que gobernaron media Europa en los años 20 con la derecha y los convervadores de nuestro tiempo, no es más que otra gilipollez propia de borregos sin un ápice de personalidad. La democracia consiste en la convivencia de un arco político amplio y diverso, que incluso permita albergar a los extremos más alejados de la racionalidad. Puede no gustarnos sus políticas, pero la derecha española ni es antidemocrática, ni sus bases están organizadas en grupos violentos, ni reivindican al Imperio de Felipe II o a los Tercios Viejos. Además, defienden una política económica liberal y repudian el intervencionismo del Estado y cualquier ápice de economía dirigida.

Es decir, no cumplen ninguna de las características propias del fascismo. Y, sinceramente, tiene cojones que tenga que venir yo a defender a la derecha española porque, al parecer, carece de la capacidad necesaria para hacerlo por ella misma, ya que todos los días son tachados de fascistas y ni un solo diputado es capaz de desmontar esa afirmación.

viernes, 29 de mayo de 2020

El fin de nuestro estilo de vida

Tengo cierto temor, no voy a negarlo. Este 2020 ha traído consigo uno de esos puntos de inflexión que marcan el devenir de una nación y suponen un claro cambio de rumbo en su Historia. Estos hitos, cada uno en su época, fueron el inicio de enormes cambios económicos y sociopolíticos. Podría tratarse de la caída del Imperio Romano en el 476 d.c, la epidemia de peste negra en 1348, el descubrimiento de América en 1492, la Revolución Francesa en 1789, la Gran Guerra en 1914, el auge del III Reich y su caída (1933-1945), la caída del muro de Berlín en 1989 o el 11-S en 2001. Sólo son algunos ejemplos que, de un modo u otro, afectaron a las vidas cotidianas de millones de personas alrededor del mundo.

Hechos de muy distinto pelaje, con centenares de diversas causas y complejidades pero que comparten ciertos patrones en sus consecuencias. El ser humano alberga en su genoma los ecos de supervivencia que milenios atrás nos permitían enfrentarnos a depredadores, hambrunas, enfermedades o cualquier adversidad que supusiera una amenaza a nuestra existencia. Esos ecos han sido, de manera más o menos involuntaria, el motor que impulsó determinadas corrientes y rupturas con lo establecido. El instinto de supervivencia es algo primitivo y atávico y, como tal, escapa a cualquier intento de control o represión. En todo caso, basta con que se adueñe de un puñado de dirigentes para hacer notar su efecto a nivel global.






El miedo, el desconcierto, la inseguridad y finalmente, el pánico. Un cisma del calibre de la epidemia de coronavirus es capaz de iniciar una cascada de conductas globales que supongan un torpedo en la línea de flotación de nuestro sistema económico. El capitalismo funciona gracias a una compleja red global de sistemas basados, todos ellos, en la confianza. Sólo cuando existe confianza en obtener un beneficio, el capital se desplaza de un sitio a otro, se invierte y, en definitiva, actúa de combustible del sistema. Cada individuo busca la manera de obtener el suficiente capital que le garantice la supervivencia. Para ello, ofrece aquellas habilidades de las que disponga, cuanto más especializadas y exclusivas, mayor será el interés por las mismas y, por tanto, mayor la porción de capital que reciba. En cambio, si las habilidades del individuo son en exceso comunes, es posible que no logre hacerse con un sustento estable.

Pero, ¿qué ocurre si eliminamos de la ecuación a la confianza? Lo lógico es pensar que, aquel que posee el capital, se pensará seriamente si es el momento de moverlo o invertirlo, puesto que no tiene certezas de que vaya a recuperarlo; mucho menos de obtener beneficio. Por tanto, todos los que vivimos de ese ir y venir de capital, comenzaremos a tener dificultades para arañar una parte de él. Habrá menos en circulación, mientras que nosotros seremos los mismos y, por tanto, la competencia se tornará feroz.

Una vez instalados en esa dinámica, el poco capital que el obrero obtenga, será utilizado para las prioridades de sustento, dejando de lado aquellos productos no esenciales. A la vez que las cifras aumenten, la confianza continuará en caída libre hasta que nuestro espléndido sistema económico quede reducido a la llamada "economía de subsistencia", donde los principales productos serán aquellos enfocados a paliar las necesidades primarias del ser humano.

He vivido varias crisis durante mi vida. Todos recordamos la principal, la de 2008. Se derrumbó la confianza que existía en que la construcción de vivienda y sus beneficios asociados nunca cesarían. En pocos meses, la nube de ensoñación en la que vivíamos (un obrero de la construcción con cierta cualificación podía ganar 4000 o 5000 euros mensuales), se evaporó, dejándonos ver la cruda realidad. Si 5 millones de parados nos parecieron en aquel entonces el infierno en la tierra, imaginemos ahora lo que supondrá, para una maltrecha nación como la nuestra, 7 u 8 millones de desempleados. Yo os lo diré: será el fin de nuestro estilo de vida.

A la par que esto ocurra, la polarización política se hará más evidente, puesto que la masa busca seguridad por naturaleza y en situaciones de crisis global, cree hallarla en aquellos discursos incendiarios que señalan a algún culpable. Lo sé porque ya lo he visto. En la Alemania de los años 30, la crisis económica que azotaba a todo el planeta tras el crack del 29, provocó el auge del partido nacional socialista. Alemania se encontraba en un pozo sin aparente salida. Arrastraba las indemnizaciones impuestas por el Tratado de Versalles tras la Primera Guerra Mundial, cifras de empleo insostenibles y la pérdida de sus colonias. Adolf Hitler reconoció la oportunidad que la Historia le brindaba y se lanzó a un discurso de confrontación que repudiaba el Tratado de Versalles, acusaba a los banqueros y a los ricos de la usura y del hundimiento de la nación, además de señalar a los marxistas y a los judíos como los dos grandes enemigos. Un discurso apocalíptico y unas bases militarizadas como las SA fueron el eje sobre el que cimentó su ascenso al poder.

El ejemplo alemán puede parecer alejado de nuestra realidad, pero esos hombres y mujeres que alzaron a un genocida al poder, no eran muy diferentes a nosotros. No somos especiales ni inmunes a las conductas que podamos adoptar si el miedo nos invade. En nuestro país, tanto la izquierda como la derecha ya han puesto en marcha la maquinaria de deshumanización del adversario. Es un mecanismo harto conocido y especialmente dañino. No hablamos de desprestigiar al adversario político intentando tumbar su discurso, en absoluto. De hecho, prácticamente no se entra en el argumentario del rival. Mediante el uso de las redes sociales, se emplean una serie de consignas sencillas y claras, la mayoría de veces basadas en estereotipos. Después, se incide constantemente en ellas siempre que se mencione al rival o se le conteste. La idea es no caer jamás en el intercambio de opiniones, sino que se decide ningunear por completo cualquier interacción o pregunta que se reciba por parte del adversario político.

Pongamos por ejemplo la consigna: "VOX es un partido racista". Es un mensaje basado en la idea que se tiene de VOX, en el estereotipo de la persona de derechas que la parroquia menos formada de la izquierda tiene en mente. Después, ante una pregunta de un parlamentario de VOX, dejando a un lado el contenido de la misma, se le contesta con un "Usted es el líder de un partido racista y homófobo. No podemos tomarnos en serio lo que digan". Y a otra cosa.

Más tarde, la masa se hace cargo de la labor a través de Twitter, subrayando una y otra vez que cualquier miembro de VOX y la mayoría de sus votantes son fascistas, machistas, homófobos, franquistas, cayetanos, etc... Una vez que tu rival político adquiere la vitola de fascista, deja de verse como a una persona y queda justificado prácticamente cualquier acto en su contra. Da igual que haya parlamentarios negros y homosexuales dentro de VOX. Eso es irrelevante. Lo importante es ser dueños de la narrativa que inflige los calificativos a los enemigos.

Ése es el juego del populismo. El propio VOX también lo intenta, pero en absoluto posee la potencia de fuego ni la habilidad comunicativa de la izquierda, por lo que sus defensores poco más que parecen memes cuando intentan moverse por Twitter. Sencillamente no entienden el lenguaje de las redes sociales.

No me gusta lo que se está gestando delante nuestra. Y me temo que no acabará bien para buena parte de este país.

viernes, 10 de enero de 2020

Los cimientos del odio

En la época que nos ha tocado vivir, las libertades personales menguan a cada lustro transcurrido. Podemos echar la vista atrás y comprobar la cantidad de películas, libros, artículos o intervenciones en televisión de los 90 que hoy nos parecerían sencillamente imposibles de ver en los mass media. Uno no nace vacunado contra la pérdida de la libertad de expresión; te despojan de ella sin tirones, con suavidad y con paciencia japonesa. 

Desde luego las redes sociales han contribuido a ello, a pesar de las bondades que se le han adjudicado desde sus inicios. La viralización de un tuit o un vídeo en YouTube va acompañada el 90% de las veces de campañas de acoso y derribo al autor de los mismos. Un tuit que manifieste una opinión (dando por sentado que no insulta a nadie, sencillamente mostrando un punto de vista, aunque sea polémico) no se viraliza sin pagar el peaje de 50 o 60 personas insultando, menospreciando o ridiculizando al usuario que lo publicó. Y eso en el mejor de los casos. En el peor, existen usuarios que no se contentan con encasillar al autor, insultarle o amenazarle; persiguen que castigado en su vida real o vilipendiado lo máximo posible y, para ello, nada mejor que difundir sus datos personales acompañados por una buena foto y una campaña de acoso a su empresa o centro de trabajo.

La red social es un medio que favorece el encasillamiento rápido y sencillo de las personas: es un facha, un rojo, un franquista, un machirulo, una feminazi, un aliade, un fascista, un comunista, un nazi, un homófobo, un racista, un tránsfobo, etc... Todo el mundo se lleva su etiqueta a razón de un tuit en contra.  Nadie conoce a nadie y nadie quiere conocer a nadie. Es tal la ola de mensajes diferentes que sólo te detienes a leer aquellos que llamen la atención. Si no comulgan con tus ideas, bloqueas o silencias tras dejarle una respuesta en forma de etiqueta. Al final, se tiende a rodearse de gente que piense igual que tú y a ignorar o desplazar a aquellos que no comulgan con tu credo.

Como peones que funcionan a través de la acción-reacción, aprendemos con el tiempo que la autocensura es defensa profiláctica frente a la horda creciente de indeseables que pueblan las redes sociales. Para entrar en materia y dejarme de generalidades, mencionaré algunos ejemplos de los temas tabú más peliagudos para cualquier usuario:


                               

1-Violencia machista: es uno de los reyes del odio en internet. Paradójicamente a lo que debiera provocar, las noticias relacionadas con violencia machista consiguen una y otra vez las mismas discusiones encarnizadas entre dos bandos claramente diferenciados y que se odian a muerte. 

La secuencia es la siguiente: Se publica la denuncia de un caso de violación grupal a una chica y aparecen los primeros mensajes condenatorios (como nos dice la lógica). Son los típicos mensajes de apoyo a la víctima y de repudia a los autores. Hasta aquí, todo normal. Conforme pasan los minutos, algunos mensajes elevan el tono hasta que aparece alguno que generaliza sobre la figura del hombre. "Sois todos unos violadores" ,"Nos estáis matando" o "Hombre muerto, abono pa mi huerto". Tras esto, se suceden los comentarios de repulsa hacia los mensajes que criminalizan al hombre en general, incluyendo insultos hacia las feministas. Pasan los minutos y se filtra de algún modo que los autores de la violación son argelinos, con lo que nos cae encima una ola de mensajes enchidos de orgullo subrayando que los autores son inmigrantes y que es la izquierda la que reivindica el famoso "Welcome Refugees". En respuesta a esto, aparecen mensajes que tachan de racistas a aquellos usuarios que han escrito mensajes sobre la inmigración. En medio de toda esta locura, las feministas permanecen en silencio porque, al parecer, si el violador no es blanco y heterosexual, su lucha pierde fuerza. Los bloqueos entre un bando y otro se hacen notar. Al cabo de unas horas, el timeline de cada usuario se limpia de opiniones y usuarios no afines. 

2-Nacionalismo catalán e independentistas: otro de los grandes protagonistas del día a día. Es un tema que ha provocado que la mayoría de usuarios de Twitter independentistas lleven al lado de su nick el famoso lazo amarillo. En el otro bando podemos ver banderitas de España por doquier. Es una manera de no dar demasiada importancia al mensaje según quién lo escriba. Es decir, es una forma de agudizar aún más los prejuicios y las etiquetas por los que esta red es célebre. Porque, seamos sinceros, Twitter es una red social donde se habla de política, principalmente. En Instagram se dedican a otras cosas, como al culto al envase y a lo superficial, o a la creación de vidas paralelas imaginarias necesitadas de aprobación externa. 

En cuanto surge cualquier noticia de Cataluña, los constitucionalistas son franquistas y los indepes son comunistas. No hay más, es sencillo. La evidente diferencia ideológica que la izquierda ha tenido históricamente con el nacionalismo se solventa plegándose al mensaje de la opresión del estado y al rechazo a España, donde se sienten bastante cómodos por contraposición a los fachas, que llevan 80 años reclamando la rojigualda para ellos. 



3-Feminismo: Tercer gran cimiento del odio en Twitter y, sin duda, mi preferido. Pocas cosas son tan placenteras como ver a una lesbofeminista hablando de la heterosexualidad obligatoria y del mito del orgasmo coital. Un buen tuit preguntando a las mujeres "por qué siguen practicando el coito cuando está demostrado que su orgasmo es clitoriano y no vaginal" (@Annapratx dixit), siempre me alegra el día, lo reconozco. Las lesbofeministas son mis favoritas por muchos motivos, pero dos se llevan la palma: el lenguaje propio que utilizan y el método que tienen para despreciar a aquellas mujeres que no son de su cuerda. El lenguaje inclusivo tiene todo un mundo de posibilidades a la hora de ser analizado; baste decir que consideran a la RAE como parte de la apisonadora heteropatriarcal y por ello han decidido utilizar un dialecto paralelo para comunicarse entre sí. Es un dialecto de libre configuración que la mayoría de veces lleva a confusión, incluso entre ellas, pero que resulta maravilloso de leer si quieres reírte un rato. 

En cuanto a su estrategia para quitarse de encima a mujeres no adeptas es bien sencillo: utilizan la condescendencia y las invitan a deconstruirse, pues opinan bajo la influencia de la sociedad heteropatriarcal y sus dogmas históricos. De hecho, una lesbofeminista convencida te dirá que la heterosexualidad no es más que otra herramienta institucional del heteropatriarcado para atar a la mujer. Por lo que mantendrán su deseo de que todas las mujeres se deconstruyan y declaren su lesbianismo natural. Por cierto, se odian entre ellas. Me refiero a las lesbofeministas y a las feministas de cuarta ola. Las acusaciones de homofobia y transfobia en público son de lo mejor de Twitter. 

En fin, éstos son algunos de los temas que podemos encontrar cada día en la red y que provocan en mucha gente su rechazo a comentarlos por evitar una avalancha de imbéciles integrales que te amarguen el día.