jueves, 4 de junio de 2020

El fascismo

¿Qué es el fascismo?

Hoy he leído en Twitter una ola de gente llamando fascista a Joaquín Sabina y a Pérez-Reverte. Evidentemente, es el tipo de gente que se mueve según los hilos que manejan sus brazos y piernas. Marionetas sin formación alguna que bailan al son de la izquierda cultural. Armas de la posverdad utilizadas como arietes en la guerra del relato político. Sin embargo, la deformación del término fascista está siendo tan evidente que resulta preocupante, ya no sólo por uso denigrante, sino por la perversión del significado del mismo.

Por ello, voy a intentar dar unas pinceladas en este artículo sobre el origen del movimiento, sus principales características, su impacto en la década de los 20 y su encaje en el panorama político actual.

La palabra fascismo surge del latin fasces, que se refiere a un símbolo de los magistrados romanos formado por 30 varas unidas con la cabeza de un hacha. Los lictores, que eran funcionarios que acompañaban a los magistrados romanos, portaban el fasces al hombro, simbolizando el poder del magistrado para otorgar justicia y aplicar la sentencia dictada.



El 23 de Marzo de 1919, Benito Mussolini fundó los Fasci Italiani di Combattimento, una amalgama de miembros de otros partidos, que se vieron atraídos por el discurso nacionalista, que aglutinaba el descontento por las escasas ventajas obtenidas por Italia tras su participación en la Gran Guerra. Mussolini, ex-miembro del Partido Socialista Italiano, organizó un movimiento antiparlamentarista que un par de años más tarde desembocaría en el llamado Partido Fascista Italiano, partido que se caracterizó por un fuerte movimiento violento de sus bases hacia los militantes de la izquierda y hacia los sindicalistas.

El inicio de la década de los 20 en Italia vino marcado por el descrédito del sistema parlamentario y una sucesión de gobiernos de extrema debilidad. Los fasci, debido a su brutal oposición a los comunistas, obtuvieron el apoyo de los propietarios industriales, los católicos y los conservadores en general. Esta campaña de represión culminó en la famosa Marcha sobre Roma, donde miles de camisas negras —la milicia armada del Partido Fascista— partieron hacia la capital italiana para exigir la caída del sistema parlamentario. El Rey Víctor Manuel III, rechazó firmar el estado de sitio ante la gravedad de la situación y, días más tarde, nombró a Benito Mussolini Primer Ministro.
En su primer discurso ante la Cámara, Benito Mussolini pronunció las siguientes palabras:

He rechazado la posibilidad de vencer totalmente y podía hacerlo. Me autoimpuse límites. Me dije que la mejor sabiduría es la que no se abandona después de la victoria. Con 300 000 jóvenes armados totalmente, decididos a todo y casi místicamente listos a ejecutar cualquier orden que yo les diera, podía haber castigado a todos los que han difamado e intentado enfangar al fascismo. Podía hacer de esta aula sorda y gris un campamento de soldados: podía destruir con hierros el Parlamento y constituir un gobierno exclusivamente de fascistas. Podía: pero no lo he querido, al menos en este primer momento.

Por tanto, el Fascismo nace con dos características fundamentales: un antiparlamentarismo acérrimo y la militarización de la política mediante la violencia institucionalizada que ejercieron las bases. Se le pueden agregar elementos ideológicos relacionados con el nacionalismo y por el culto al Duce, que fueron extendidos mediante la propaganda y el control de la mayoría de facetas de la vida cotidiana. En esos primeros años de la década de los 20, el fascismo italiano se convirtió en un ejemplo de actuación para otros movimientos totalitarios que estaban naciendo en Europa, incluida la dictadura de Primo de Rivera en España.

La simbología también tuvo un papel importante, ya que los fascistas se adueñaron de elementos propios del Imperio Romano, del que reivindicaban ser descendientes. El racismo no era una característica oficial del partido, aunque existen numerosos discursos del Duce de exaltación de la raza aria. En cuanto a la economía, tanto el fascismo italiano como el alemán se caracterizan por el corporativismo y el rechazo por el sistema capitalista. Es decir, se trata de una política antiliberal que practicó una economía planificada, dirigida y controlada por el Estado.

He intentado dar unas pinceladas del origen del fascismo y sus principales características, ya que el término ha terminado siendo un juguete en manos de estúpidos sin las lecturas mínimas para ser tomados en serio. El hecho de intentar comparar a los fascistas que gobernaron media Europa en los años 20 con la derecha y los convervadores de nuestro tiempo, no es más que otra gilipollez propia de borregos sin un ápice de personalidad. La democracia consiste en la convivencia de un arco político amplio y diverso, que incluso permita albergar a los extremos más alejados de la racionalidad. Puede no gustarnos sus políticas, pero la derecha española ni es antidemocrática, ni sus bases están organizadas en grupos violentos, ni reivindican al Imperio de Felipe II o a los Tercios Viejos. Además, defienden una política económica liberal y repudian el intervencionismo del Estado y cualquier ápice de economía dirigida.

Es decir, no cumplen ninguna de las características propias del fascismo. Y, sinceramente, tiene cojones que tenga que venir yo a defender a la derecha española porque, al parecer, carece de la capacidad necesaria para hacerlo por ella misma, ya que todos los días son tachados de fascistas y ni un solo diputado es capaz de desmontar esa afirmación.

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