jueves, 24 de noviembre de 2016

La muerte de Rita Barberá

En días como el de ayer es cuando se puede observar con total nitidez la miseria de la vida pública y su entorno socio-mediático. A pocas horas de la muerte de Rita Barberá ya se había iniciado una ola de actitudes fariseas y cargadas del cinismo más aberrante que pueda recordar.

Por una parte, la niñatada de Podemos de no respetar el minuto de silencio que los diputados realizaron en la Cámara; un acto fuera de lugar, estúpido y que no sirve más que para avivar a los más furibundos. Por otra parte, y mi preferida en todo este montón de mierda, las declaraciones de los miembros del Partido Popular, dejando entrever que a Rita la hemos matado a disgustos entre todos.

Compungidos, casi enjugándose las lágrimas, clamaban a los medios una reflexión general sobre lo ocurrido entorno a la senadora. Uno de los cabecillas de este discurso tan patético era Rafael Hernando, a quien le faltó tiempo para plantarse en 13 Tv, imagino que para aliviar su conciencia. Hace escasos dos meses, y en el mismo plató, el mismo Hernando era quien sacaba pecho por la rápida actuación de su partido a la hora de quitarle el carnet a Barberá. Prestos ante la corrupción, rectos de ética y abanderados de la moral, decidieron darle la patada y mandarla al grupo mixto para tranquilizar a la prensa y evitar las salpicaduras. Los jóvenes del partido enseguida se desmarcaron del collar de perlas de Rita y de su pestazo a corrupción hortera.



Rita era una mujer soberbia, engreída y prepotente. Una dirigente que aplastaba a los oponentes en las urnas y que hizo del Ayuntamiento de Valencia su cortijo particular. Manejaba información muy delicada sobre los tejemanejes del partido y por ello era una persona muy temida tanto en Valencia como en Madrid. Su silencio eterno habrá aliviado a más de uno. Además, contribuyó de manera muy notable al deterioro de la imagen de Valencia hasta dejarla en poco más que una montaña de ponzoña. El collar de perlas, la permanente, los paseos en Ferrari con Camps, los gestos de burla a los manifestantes del accidente del metro, el caloret, etc. Toda una suma de clichés del capitalismo de amiguetes y mordidas. Rita y sus compinches dominaron el espectro político de Valencia dejando su rastro maloliente en todas las áreas de lo público.

Ayer, tanto los que la mandaron al banquillo como los que se apartaron de su lado, hicieron el ridículo más espantoso. En Twitter, las muestras de burla y los comentarios jocosos y malintencionados, no hacen más que retratar como estúpidos ignorantes a quienes los profieren, que son los mismos idiotas exaltados que desearon la muerte a un niño enfermo de cáncer por querer ser torero.

España...


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