viernes, 11 de noviembre de 2016

Donald Trump llega al poder

Donald Trump, Comandante en jefe. Estados Unidos es un país que nunca deja de sorprenderme. Tras 200 años lidiando con el problema del racismo decidieron elegir a un Presidente negro por primera vez en su historia y tras 8 años de crisis económica deciden elegir a un Presidente racista para dirigir sus destinos. Menudo quebradero de cabeza para los sociólogos.

Estoy fascinado aún por la noticia, y he de reconocer que me he alegrado enormemente. Donald Trump es un tipo políticamente incorrecto, algo que el establishment no soporta. Pero, ¿qué o quién es el famoso establishment? Es un grupo cerrado formado por la élite política, financiera y social que ostenta el poder de la nación. Es el famoso 1% que domina al resto. Un grupo con unas normas no escritas pero de estricto cumplimiento que persiguen el objetivo claro y manifiesto de preservar su dominio sobre la masa por encima de todas las cosas.

In Trump We Trust


El establishment es el Partido Republicano y el Demócrata; los gigantes mediáticos Comcast, Disney o News Corporation; es el lobby del petróleo, el complejo industrial militar o el conglomerado sanitario y sus grandes aseguradoras; y por supuesto es Wall Street: GP Morgan Chase, Goldman Sachs, Citigroup, Morgan Stanley o Bank Of America. Todo esto es el famoso establishment. Y un sólo hombre ha logrado poner en jaque a todo este poder: Donald Trump. Desde luego no es el prototipo de héroe que uno se imagina; es machista, es homófobo y es xenófobo, además de decir todo tipo de barbaridades sin pararse ni un segundo a reflexionar. Es un tipo impulsivo, caprichoso, engreído y desprovisto de empatía por completo. Un asco de persona, es cierto. 

Pero Trump ha sabido atraer hacia su candidatura a millones de personas alejadas por completo de la vanguardia mediática, de los editoriales del New York Times o de los trending topic de Twitter. Trabajadores asqueados por el tono empalagoso y cínico que durante décadas han tenido que observar por televisión, donde nunca nadie se salía del guión y donde la famosa doble moral campaba a sus anchas. Todos los candidatos que han ido desfilando por los medios de comunicación elección tras elección financiaban sus campañas mediante donaciones del establishment, en una especie de inversión a medio plazo para asegurar la continuidad de sus privilegios. Por tanto, ninguno de esos candidatos, incluido Barack Obama, pudo nunca embridar los desmadres del capitalismo más descontrolado.

En cambio, un millonario como Donald Trump, que no ha necesitado ni un solo dolar de nadie, ha gozado de libertad para darle rienda suelta a su verborrea y a su propio show mediático, atizando constantemente a la corrupción del sistema y a la basura de élite financiera que llevó a la bancarrota a millones de desgraciados del medio y del sur del país. Paletos sin formación o cultura alguna, racistas la mayoría y nostálgicos de las trece colonias originales en buena parte. Todo eso es cierto, pero esa gente, les guste o no a los modernos de la Costa Oeste, forman parte de su nación y hasta ahora habían sido maltratados por el sistema. Se les ha caricaturizado durante años como los Cletus del Sur y han sido objeto continuo de burlas y del más descarado desprecio.

Todos quieren un muro 


Arkansas, Misuri, Luisiana, Iowa, Kentucky o Montana. Estados con una idiosincrasia particular, donde los blancos sin formación se han dedicado al cultivo exhaustivo de la soja, a la pesca de cangrejos o a la extracción de petróleo. Alejados de los medios, de las vanguardias y de las modas. Totalmente ajenos al mundo de la tecnología y a la revolución de Google o a las portadas de Newyorker. Estados donde internet carece de importancia para millones de personas y donde se vive como hace treinta años. Toda esa gente, vomitada por el sistema y humillada constantemente, ha visto en Donald Trump a alguien diferente: alguien que les promete empleo, rebaja de impuestos y seguridad. Y además, dice las verdades que ellos quieren oír, sus verdades.

Y mientras tanto, en Europa se echan las manos a la cabeza por la elección de un populista como líder mundial, cuando aquí hemos engendrado a Berlusconi, a LePen o a los racistas del UKIP. Y más aún cuando aquí hemos sido gobernados por fascistas hasta ayer mismo. El viejo y corrupto establishment europeo, cobarde como él solo, teme ahora que Trump saque a las tropas y nos deje a merced de Putin. Han pasado treinta años de la caída del Muro y no han sido capaces de crear un ejército europeo que proteja la burbuja en la que vivimos.

Donald Trump es el resultado de la dictadura de lo políticamente correcto. Ahí tenéis vuestro regalo.



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