viernes, 24 de junio de 2016

El Brexit rompe Europa

Los británicos han decidido dar un portazo y largarse de Europa, como aquel grumete que huye asustado del barco cuando tiene una vía de agua y comienza a escorarse. La diferencia está clara; en este caso, el Reino Unido no es el grumete, sino el segundo de a bordo de una tripulación que ya rumoreaba acerca de la posibilidad de amotinarse. El fracaso de la Constitución Europea, la crisis económica o el ascenso fulgurante de los nacionalismos han propiciado que el proyecto con el que soñaba Churchill los Estados Unidos de Europa se haya ido al garete.  En su famoso discurso en la universidad de Zurich, en 1946, el dirigente británico decía: 

 "Tenemos que construir una especie de Estados Unidos de Europa, y sólo de esta manera cientos de millones de trabajadores serán capaces de recuperar las sencillas alegrías y esperanzas que hacen que la vida merezca la pena. El proceso es sencillo. Todo lo que se necesita es el propósito de cientos de millones de hombres y mujeres, de hacer el bien en lugar de hacer el mal y obtener como recompensa bendiciones en lugar de maldiciones"




El Brexit no sólo es preocupante por el tema económico, que desde luego lo es, o porque Gareth Bale se haya convertido en extracomunitario. Lo preocupante del Brexit son los motivos que sus partidarios se han dedicado a vitorear y las proclamas que han movilizado a millones de británicos para decidir salir de la maltrecha Unión Europea. El UKIP (partido de la independencia del Reino Unido) y su líder están deseosos por cerrar las fronteras por los mismos motivos que Marie LePen las quiere cerrar en Francia. Existe una xenofobia desenfrenada que ya no se centra sólo en los inmigrantes africanos o en los refugiados sirios. Su xenofobia se centra de manera particular en todos aquellos jóvenes europeos, incluidos los 200 000 españoles, que viven y trabajan en UK. No existe ninguna reflexión acerca de porqué UK precisa gente formada de otros países ni nada parecido. Todo se reduce a la vieja consigna de que los extranjeros nos roban el trabajo. Es algo tan simplón, estúpido y antiguo, que lo preocupante es que un país como UK haya sido movilizado por semejante cuadra de idiotas.



El desprecio hacia la Europa del sur, siempre presente entre los conservadores ingleses y alemanes, el odio y a la vez la envidia por nuestro estilo de vida y la sensación de que vivimos a costa de ellos, han sido jaleados en una especie de abducción generalizada y de embotamiento colectivo que de repente han llevado a un país serio a tomar una decisión absurda producto de las emociones y de los impulsos. El 75% de los jóvenes han votado Remain y, sin embargo, la población más envejecida prefiere entregarles un país aislado y con la puerta cerrada. Los jóvenes, que han viajado por Europa y han disfrutado del interrail y de la beca Erasmus, conocen los beneficios de una Europa sin fronteras internas y con libertad de movimiento. En cambio, los viejos conservadores, que no han salido de Bristol o de Cardiff, han tomado una decisión irreflexiva y que nos afecta a todos. 

Mucho me temo que, al igual que lo hicieron los nacionalismos del siglo XIX, esta oleada de nuevos ultranacionalistas y xenófobos se extenderá como lo hace el aceite sobre el papel por toda Europa, con gobiernos de extrema derecha en Austria, República Checa o incluso Francia.

Veremos en qué acaba la broma de Cameron. 


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