viernes, 12 de febrero de 2016

El legado del Partido Popular

La derecha española vive sus horas más bajas desde el 78. En plena negociación para investir Presidente al hasta ahora líder de la Oposición, el Partido Popular se está viendo bombardeado por las investigaciones judiciales y las acciones policíacas de gran calado mediático.

Los años dorados del hipercrecimiento económico basado en la construcción desmedida y en la economía especulativa generaron enormes dosis de codicia personal y manos largas. Todos querían su porción de la tarta y el rodillo del clientelismo engrasó su maquinaria.  El capitán de aquel buque fue el PP madrileño y sus tentáculos valencianos. Fue la época del poder cumbre de Esperanza Aguirre y sus secuaces. Los liberales presumían de su gestión y de los números que generaban. Por supuesto, entre bambalinas el sistema funcionaba mediante mordidas que el cliente donaba a la organización para que ésta le cuidara debidamente. Es decir, el cliente era agasajado con concesiones, permisos, recalificaciones y facilidades burocráticas de todo tipo. La mordida era la moneda de cambio indispensable en los años dos mil para entrar en el juego del ladrillo.



Aquel terreno pantanoso cubierto por una delgada capa de legalidad ficticia fue el germen de todas las tramas que hoy conocemos. Esperanza Aguirre, situada en aquel momento en el centro del huracán, parece que no se dio cuenta de nada y dice que "no me consta que hubiera financiación ilegal en el PP de Madrid". Todo aclarado entonces.

Esta es la gente que inició el proceso de privatización de la Sanidad en Madrid y en Valencia. Son los que entregaron las joyas de la corona al sector privado. Los mismos que dieron concesiones a empresas extranjeras como Centene Corporation para el manejo de los Hospitales de Alicante y para el manejo de los suministros que cada centro necesita.

Todas las acciones que emprendieron los que ahora van camino del calabozo debieran ser revertidas por estar manchadas por sucios intereses. Su legado, propio de una ciudad ficticia como Gotham, ha de ser derribado y extinguido si el Estado quiere reparar el daño causado.

Esperemos no necesitar a un Bruce Wayne.

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