El caso es que hace unos meses me propusieron formar parte de uno para ayudar temporalmente en la negociación del próximo convenio de la empresa. Las dos personas que me lo propusieron son dos profesionales magníficos que yo conocía anteriormente por haber coincido en otro servicio. Me sorprendió que estuvieran en el sindicato porque no respondían al perfil que yo tenía estereotipado en mi mente ─cincuentón con barriga y aspecto desaliñado─ , así que decidí aceptar. En principio serían tres meses de liberación con un horario de mañanas con cierta flexibilidad para realizar trabajo sindical. En seguida pensé que se referían a que entraría y saldría cuando me saliera de los huevos.
Todos los sindicatos estaban situados en un mismo pasillo de la empresa, cada uno con su propio despacho. Conocí a los delegados sindicales de UGT, CCOO, C-SIF y USAE. Todos muy simpáticos. Parecían bastante unidos y con objetivos definidos y únicos. La verdad es que te sentías arropado por todos los miembros, daba igual de que sindicato se tratara; éramos el "Comité".
Tuvimos varias reuniones con la empresa para negociar capítulo a capítulo todo el nuevo convenio. Lo cierto es que no logramos grandes avances, tan sólo pequeñas concesiones de ámbito muy concreto. Cansados ya de tanta pamplina, decidimos levantarnos de la mesa de negociación por la paupérrima propuesta de la empresa; parecíamos un ente poderoso y unido. Incluso teníamos línea directa con un periodista que comenzó a publicar con cierta frecuencia las denuncias y las movilizaciones que realizábamos, cosa que sacaba de quicio a los jefazos.
Al mes de estar liberado, me entero de que un delegado se ha reunido con un miembro de Podemos para comenzar a idear una plataforma de todos los comités de empresas similares a la nuestra. Aquello prosperó y en menos de dos semanas me vi envuelto en una reunión con decenas y decenas de delegados sindicales de varias empresas. Yo, que hasta hacía tres meses despreciaba todo lo relacionado con los sindicatos. De allí salieron muchas ideas, pero la idea estrella era la reversión de nuestra empresa para que volviera a ser pública. Aquella reivindicación, que en realidad era más propia de partidos políticos que de sindicatos, nos dividió de tal manera, que el "Duelo a garrotazos" de Goya se quedaba corto a nuestro lado. Una parte de los delegados quería ir a muerte a por la empresa e intentar que el Gobierno la revertiese para devolverla al erario público. Los demás, queríamos seguir luchando por las condiciones de los trabajadores, pero sin entrar en política.
Tras publicarse un par de artículos en prensa muy duros contra la empresa, ésta decidió defenderse con todo su poder. Comenzó a pasar trabajador a trabajador una hoja de firmas para intentar echarnos y provocar nuevas elecciones. Aquello caló entre los trabajadores ─por el evidente temor que provoca tu jefe con una hoja en mano pidiéndote que firmes─ y la hostilidad hacia nosotros creció exponencialmente. Los trabajadores no querían ni oír hablar de la expropiación, y nos despreciaban por haber provocado semejante revuelo. A ellos tampoco les había hecho gracia las publicaciones en prensa.
En ese instante quise abandonar y volver a mi puesto de trabajo. Uno se siente una mierda cuando la gente mete en el mismo saco a todo el mundo independientemente de si tú estabas de acuerdo con la reversión o no. Eres delegado sindical pues "jódete y cállate". "No nos representáis" "Os estáis pasando" "¿Qué coño estáis haciendo" "¿Quién coño sois vosotros" y mi favorita "Sois una panda de desgraciados. Espero que mi trabajo no me lo toquen".
La gente no parecía demasiado entusiasmada con nuestra labor. En mi sindicato lo hablamos muy seriamente y decidimos desmarcarnos oficialmente de la línea dura del Comité e intentar publicitar nuestra postura más moderada y basada en la lucha por las condiciones laborales y la situación de los trabajadores. ¡Atiza! Aquello fue la gota que colmó el vaso para las secciones más radicales. Nos llamaron de todo: "Traidores" "Estáis con la empresa""Sólo actuáis por miedo" "Putos topos" y mi amenaza favorita: "Sólo te digo una cosa: tiempo al tiempo. Todo se verá". Nunca supe qué significaba, pero el chaval de UGT que me la dijo parecía muy cabreado.
Jamás me he llevado más palos de todas las direcciones en mi vida. Hoy día, según al tipo al que preguntes en mi empresa, o soy un anarcosindicalista del PCUS de Brezhev o soy un latifundista esclavista de Alabama.
A la mierda.