No sólo ganó el NO, sino que el voto de los griegos fue firme y contundente; por más de 20 puntos Grecia rechazó de plano las condiciones esclavistas que la troika había ofertado a la delegación liderada por Janis Varoufakis. El Ministro de Finanzas decidió dimitir posteriormente para no convertirse en un obstáculo durante la negociación; se sabía diana de los dardos envenenados de sus colegas europeos. Así lo había expresado meses atrás en Twitter cuando, tras aterrizar en el poder, Tsipras lo envió a tantear a los miembros del Eurogrupo.
Con Varoufakis fuera, la troika ha tenido como interlocutor a Euclidis Tskalotos, un hombre del ala moderada de Syriza, con el que parecen haberse entendido.
De hecho, sin nadie saber muy bien cómo, Grecia ha llegado a un acuerdo mucho más duro y humillante que la oferta que tenían anterior al referéndum. Tendrán que legislar sobre las pensiones, el IVA, los derechos laborales y el número de empleados públicos. Además la troika se ha asegurado 50000 millones en activos griegos ante el más que posible futuro impago. Desde empresas públicas hasta islas de su archipiélago.
No hace falta ser un experto analista para saber que Grecia no podrá pagar la monstruosa deuda que tiene encima. Este acuerdo sólo sirve para seguir fingiendo que el euro fue una gran idea y que una misma moneda para diferentes países con diferentes sistemas fiscales fue una idea aún mejor.
Cuando los países mediterráneos caímos en crisis, precisamos financiarnos con el dinero de los países del norte, pero sin poder devaluar la moneda para ser más competitivos, parcela en la que los países del norte siempre nos han superado gracias a su posición de poder. ¿Resultado de la ecuación? Ellos más ricos y nosotros más pobres. Esto lo sabe hasta el que limpia los aseos del Banco Central Europeo, que sin embargo, se dedica a añadir ceros en un ordenador y a enviarlos a los países pobres con intereses del 2 o del 3%, según tengan el día. Es un negocio redondo. Tienes un super ordenador con el que tecleas el dinero que quieres crear ficticiamente y después lo prestas al interés que te salga de los huevos. Sólo daré un dato sobre la gran mentira de los bancos centrales: tan sólo el 1% del dinero total que existe en EEUU es dinero físico, el 99% restante sólo son cifras en un ordenador. Lo mismo sirve para el BCE, el FMI o el China Bank.
Esta situación ya fue vivida por muchos países latinoamericanos y únicamente pudieron salir adelante y crecer cuando se realizaron quitas de grandes volúmenes de deuda externa. La moderna Alemania, que tanto se jacta de equilibrio presupuestario y de ejemplaridad, se forjó en base al perdón de la gigantesca deuda que generó tras la Segunda Guerra Mundial. Si los países afectados por la destrucción nazi no hubieran sido clementes con los alemanes, hoy día sólo serían un país mediocre que todavía estaría pagando deudas. Empezar de cero les permitió levantar un país en ruinas y convertirlo en una potencia económica en poco más de cinco décadas. Si Europa no elige ese camino ¿qué opción queda? Grecia lleva tres rescates en ocho años y no existe ningún indicador que abogue por la esperanza del cambio. ¿Vamos a estar dándoles dinero cada dos o tres años? La cruda realidad es que Grecia es un Estado fallido donde ni siquiera existe catastro, donde la economía sumergida es el pan de cada día y donde es casi imposible que te acepten una tarjeta de crédito porque 1 de cada 4 trabajadores no paga impuestos. La proporción de empleados públicos es tan disparatada que existen plantillas de 45 jardineros para un hospital o 25 chóferes para repartirse un coche.
Grecia sólo tenía una salida digna: Grexit; la renuncia al euro y la vuelta al dracma. Hubiera supuesto la salida inmediata de la OTAN y dejar de mirar a Occidente para convertirse en una especie de protectorado de Rusia y de China, países con un enorme interés en establecerse militarmente en el Mediterráneo y que hubieran financiado sin pestañear al país heleno. Geopolítica de altos vuelos y de una extraordinaria complejidad, que con toda seguridad era demasiado para un político sin experiencia como Alexis Tsipras. La maniobra le hubiera generado tensiones con numerosos países y en especial con Estados Unidos.
Al final, el gobierno griego ha optado por plegarse a los mandatos de la oligarquía financiera que gobierna Europa.
Dinero manda. Dignidad pierde.
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