martes, 6 de septiembre de 2016

Dimitan, idiotas, dimitan


Del odio rara vez surge el éxito; es caro, es ineficiente y es ciego. Y la ceguera en estos asuntos no conviene si lo que uno quiere no concuerda con el de enfrente o no resulta ético. Difícil solución para esta nación cainita y brutal, donde hasta su presidente, en su tierra natal, puede ser víctima del puñetazo de un chaval con retraso mental. Pero volviendo a la trama principal, y a nuestros cuatro idiotas, no hace falta mirar su actuación con una lupa de cristal, para ponerles nota alguna. Es cierto que el pueblo vota, por fortuna, y cuando se vota, se está poniendo nota, no cabe duda. Pero que alguien me diga, qué nota le ponemos a nuestros cuatro idiotas, si aquí pasan trescientos días y las elecciones sí que se convocan, pero los resultados no se prodigan.



Dicen que aguantan presiones y que reciben muchas llamadas, aunque la única que no reciben es la del pueblo y su lucha, porque esa no interesa y por tanto no se escucha. A la gente ya le dan igual los partidos y su candidatos idiotas porque de todos es sabido que el pueblo no es oído ni por el rey ni por la sota.

Dimitan, idiotas, dimitan: es mejor solución que la abstención que se avecina.

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