viernes, 16 de septiembre de 2016

El Niño Rata


Los enfants terribles de nuestro tiempo no son jóvenes vanguardistas capaces de cambiar el arte o el pensamiento con obras pictóricas o novelas impactantes. No, de eso nada. Hoy contamos con un subproucto intelectual mucho menos elaborado, más tosco y más extendido: los niños rata, pequeños engendros absorbidos por el juego online, donde desatan sus pueriles pasiones tarde tras tarde para luego colgar sus hazañas en YouTube y soñar con convertirse en Rubius.

Comienzan pronto, sobre los doce o trece años, abandonados a su suerte en dormitorios repletos de muñecos a los que no juegan o de libros que jamás han leído. La conexión Gold de la Xbox les amplia su pequeño mundo y les regala la posibilidad de insultar alegremente cuando les matan al Call of Duty o les marcan un gol en el FIFA; porque el niño rata, a pesar de ser agasajado por sus padres con decenas de juegos, sólo da uso a esos dos. Les encantan los tiros a pesar de ser juegos que les excitan sobremanera. Chillan, se quejan, menean el mando, se cabrean, y por supuesto insultan. Insultos de todos los colores, desde el socorrido "Hijo puta" hasta el vanguardista "noob" o "looser", los llamados insultos de nueva generación.



El niño rata se cabrea porque en general es un manta jugando y no domina las reacciones negativas que esa frustración le crea; carece de control de las emociones, no hay raciocinio en sus actos. Por eso es bastante habitual que cuando le marcas el cuarto gol a un niño rata, te diga "hijo puta de mierda" rozando el llanto y abandone la partida bruscamente. Un clásico.

El niño rata no tiene ni puta idea de videojuegos. Cero. No sabe nada. Tampoco le interesa. Se dedica a berrear con su vocecita carente de testosterona y a dar por culo al resto de jugadores. Si te lo cruzas en el online del Assassin's Creed y la partida precisa de sigilo y cooperación, olvídate, el niño rata entrará a saco en la vivienda y levantará todas las alarmas, porque es un ser por naturaleza nervioso y con muy poca paciencia. Enseguida se enerva. A él no le van las esperas ni la estrategia. A él le gustan los tiros.

En fin, el niño rata es un ser tan vil que a uno se le quitan las ganas de jugar online a ciertas horas por no oírlos. Tengo tantos niños rata bloqueados que podría montar una guardería.

Papá y mamá, ignorantes tecnológicos de primer nivel, viven felices al ver como su pequeño cabroncete no les molesta durante horas desde que le regalaron la puta Play. A buenas horas.

martes, 6 de septiembre de 2016

Dimitan, idiotas, dimitan


Del odio rara vez surge el éxito; es caro, es ineficiente y es ciego. Y la ceguera en estos asuntos no conviene si lo que uno quiere no concuerda con el de enfrente o no resulta ético. Difícil solución para esta nación cainita y brutal, donde hasta su presidente, en su tierra natal, puede ser víctima del puñetazo de un chaval con retraso mental. Pero volviendo a la trama principal, y a nuestros cuatro idiotas, no hace falta mirar su actuación con una lupa de cristal, para ponerles nota alguna. Es cierto que el pueblo vota, por fortuna, y cuando se vota, se está poniendo nota, no cabe duda. Pero que alguien me diga, qué nota le ponemos a nuestros cuatro idiotas, si aquí pasan trescientos días y las elecciones sí que se convocan, pero los resultados no se prodigan.



Dicen que aguantan presiones y que reciben muchas llamadas, aunque la única que no reciben es la del pueblo y su lucha, porque esa no interesa y por tanto no se escucha. A la gente ya le dan igual los partidos y su candidatos idiotas porque de todos es sabido que el pueblo no es oído ni por el rey ni por la sota.

Dimitan, idiotas, dimitan: es mejor solución que la abstención que se avecina.