jueves, 28 de julio de 2016

Pactar con separatistas está bien si lo hago yo

Todavía le doy vueltas a la cara de idiota que se le debió quedar a Pedro Sánchez la semana pasada tras la votación de la mesa del Congreso, donde diez nacionalistas votaron al PP. No por la votación en sí, sino porque significa el inicio del mercadeo entre el Partido Popular y los nacionalistas para investir a Mariano como Presidente. Es decir, aquello que tuvo la ocasión de hacer Pedro Sánchez a principios de año y que evitó por miedo a ser tachado de enemigo de España por la maquinaria mediática de la derecha, ahora lo ejecuta Mariano Rajoy sin ningún rubor ni miramiento, además de con la aprobación de toda su prensa cortesana, que lo tilda de conquista política y estrategia sagaz.





El pacto de gobierno que le ofreció Iglesias a Sánchez se basaba en obtener la abstención de los nacionalistas ofreciéndoles alguna dádiva y promesas de diálogo. En aquel entonces los Marhuenda, Inda, Rubido, Herrera, Losantos, etc, insinuaron que se estaba cociendo algo muy similar a un golpe de estado y que había que impedir que el PSOE perdiera la cabeza.

También se dijo -y se sigue diciendo- que Podemos no es un partido político, sino más bien una organización para echar el poder abajo, acabar con la democracia y no sé qué más gansadas. Todo aquello hizo efecto en un Pedro Sánchez que demostró ser un político endeble, de muy escasa talla -pese a su altura física- y absolutamente desechable. Se negó a formar un gobierno de izquierdas por miedo a la derecha mediática y a la izquierda política. Por supuesto, Mariano Rajoy se olió la tostada mucho antes y supo leer la jugada dejándole paso para estrellarse sin remedio.

Ahora es Mariano el que sin dudarlo ni un segundo, se está echando en manos de los separatistas para obtener su abstención, y no va a dudar en entregar lo que haga falta, aunque lo haga bajo manga y discretamente, para lograr la presidencia.

Todo este plan maestro parece tener una pequeña fisura: Ciudadanos, que como partido fundado en su día para combatir el nacionalismo catalán tendría serias dificultades para justificar su apoyo a un gobierno investido por separatistas, con lo que es posible que tuvieran que dar marcha atrás y apostar por un NO en la votación. Por tanto, el PP se ve obligado a recurrir a las malas artes y al engaño para forzar el SI de Ciudadanos y la abstención a última hora de los separatistas, que pille a pie cambiado a Rivera y a sus jefes, y que lleve al éxtasis a Paco Marhuenda.



Este compendio de movimientos absurdos e idas y venidas no es más que la demostración palpable de la incompetencia de las veinte o treinta personas que a día de hoy están en condiciones de repartirse el poder de este país. Aquí no se trata de propuestas ni de proyectos; aquí sólo existe inquina personal, odio y rencor. Sánchez y Rajoy no fueron capaces de darse la mano ni delante de los fotógrafos por impedírselo el desprecio y la animadversión que se profesan. ¿Cómo coño van a formar un gobierno?

Los dos partidos menores van camino de convertirse en pequeños clones de los grandes a velocidad de crucero; ni Iglesias soporta a Rivera ni viceversa. Tampoco pueden verse Iglesias y Sánchez, y por supuesto, Mariano escupiría a Rivera si pudiera. Es un panorama alentador, sobre todo cuando uno ve como Daesh está derrumbando en pocos meses a una democracia de histórica tradición como la francesa. Cuando vengan aquí -que vendrán- ¿quién nos protegerá? ¿estos cuatro idiotas?







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