viernes, 21 de febrero de 2025

El beso de los diez mil euros

 

Diez euros de multa. Es lo que tendrá que abonar Luís Rubiales por la estupidez de darle un beso a Jenni Hermoso mientras entregaba las medallas a las jugadoras. Aquel acto que todos vimos, que a todos nos causó sensación de ser algo fuera de lugar y al que ninguno le dimos mayor importancia pasados unos minutos. Ni siquiera la propia Jenni, que bromeaba en el vestuario sobre los primeros memes que leía en Twitter comparando el beso con el de Iker Casillas y Sara Carbonero. Beso, sorpresa, incomodidad, gesto de gañán, risas. En eso debió quedar todo. 

Tanto es así, que hasta en LaSexta tildaban esa misma noche como "anécdota graciosa" el dichoso beso, mientras la presentadora sonreía y lo hacía pasar como un gesto propio de la alegría del momento. Pasaron las horas y Twitter comenzó a virar en su relato. Las feministas se hicieron dueñas del discurso y se comenzó a calificar el gesto como "agresión sexual". Las feministas presionaron a los políticos; los políticos entraron al trapo y bastó el trayecto de la Selección desde Australia hasta España para convertir la estupidez propia de un gañán como Rubiales en un caso de agresión sexual contra la mujer. 

Jenni Hermoso visualizó claramente cómo se giraban las tornas y fue lista, porque se puso de perfil, nombró a una representante sindical para que ejerciera de portavoz y se largó a Ibiza de vacaciones mientras las redes ardían de verdad. Ante la avalancha de mierda que le estaba cayendo a Rubiales, —imagino que perplejo por la dimensión que estaba alcanzando este asunto— intentó grabar un vídeo con la propia Jenni, de manera que le restara importancia y le salvara el culo. Pero Jenni ya no estaba para nadie. Y menos para ayudar a un impresentable a punto de ser ejecutado socialmente. Pasó del asunto y dejó que las feministas se lo merendaran. Rubiales se resistió e intentó tirar de épica en una reunión con la Federación, pero la situación ya era insostenible. 


Al cabo de dos años, ha llegado el juicio y ya tenemos sentencia. Y lo mejor del proceso ha sido ver la desesperación de un juez intentando hacer uso del sentido común a la vez que encajaba la lamentable ley del solo sí es sí es toda esta demencia. La sentencia es una oda al sentido común e interpone diez mil euros de multa a Rubiales puesto que no se ha demostrado que Hermoso respondiera que "sí" al famoso "¿un piquito?" del gañán supremo, pero también ha decidido no aceptar la petición de cárcel que la fiscal solicitaba. Es decir, ha dejado claro que la ley le obliga a condenar a Rubiales, pero que el hecho de que este caso haya llegado a la Audiencia Nacional, fagocitando recursos públicos y el tiempo de un juez que tendrá cosas mejores que hacer, es como para darle un par de vueltas. 

Todavía he tenido que leer en Twitter esta mañana a más de un necio quejándos de la sentencia y lamentándose de que no hayan metido en la cárcel a Luís Rubiales. Es decir, hay gente con su perfil público en Twitter clamando al cielo porque Luís Rubiales no ha sido condenado a más de dos años de cárcel. Por un "piquito". Para que veamos el nivel de majaderos que nos rodean y cómo el fanatismo se traga de dos bocados al sentido común. Por lo visto, el hecho de que cualquiera pueda tildar públicamente a Luís Rubiales de agresor sexual no les basta. Querían verlo perder su trabajo, su reputación y su libertad por toda esta cacería sinsentido que ha sufrido y que a la vez ha provocado semejante idiota. Y todavía tengo que venir aquí a defender a este pelele socialista al que no se le dijo ni media palabra cuando montaba fiestas en Marbella con señoritas de alto standing con fondos de la Federación. Aquello pasó de puntillas por los medios españoles. En cambio, parece que sea lógico que el gesto de Australia sea calificado como agresión sexual cuando hasta la propia Jenni Hermoso se partía el culo en el autobús de vuelta. 

No amigos, lo de Jenni Hermoso no es una agresión sexual. Una agresión sexual es que tu jefe te arrincone en una esquina y te sobe las tetas o te haga insinuaciones vejatorias. Una agresión sexual es lo que sufrió la adolescente de Alicante que fue secuestrada hace unos años en la propia ciudad, drogada y violada entre cuatro argelinos en un piso del centro. Una agresión sexual es lo que padecen muchas mujeres cuando deambulan por el Raval de Barcelona. No me jodáis. El beso de Rubiales no es una agresión sexual. Se ha cambiado el significado legalmente a esa expresión para que las Montero de turno puedan colmar sus ambiciones y ejecutar sus venganzas. 

Ahora, yo os pregunto, cada vez que conozcáis a una persona o tengáis una primera cita, ¿cómo va a transcurrir el momento de ese primer beso? Hasta ahora, era algo propio de las sensaciones del momento. Se suponía que la clave era saber leer las circunstancias y a la otra persona y en un momento dado, acercar tu cara y darle un beso. Sin embargo, somos humanos y cuántas veces no habrá ocurrido que uno interpreta mal al otro, intenta darle un beso y el resultado es una cobra de manual o un bofetón. Ahora el resultado final puede ser una demanda judicial por agresión sexual y una condena en firme. 

¿Os parece lógico? A mí no.