viernes, 21 de febrero de 2025

El beso de los diez mil euros

 

Diez euros de multa. Es lo que tendrá que abonar Luís Rubiales por la estupidez de darle un beso a Jenni Hermoso mientras entregaba las medallas a las jugadoras. Aquel acto que todos vimos, que a todos nos causó sensación de ser algo fuera de lugar y al que ninguno le dimos mayor importancia pasados unos minutos. Ni siquiera la propia Jenni, que bromeaba en el vestuario sobre los primeros memes que leía en Twitter comparando el beso con el de Iker Casillas y Sara Carbonero. Beso, sorpresa, incomodidad, gesto de gañán, risas. En eso debió quedar todo. 

Tanto es así, que hasta en LaSexta tildaban esa misma noche como "anécdota graciosa" el dichoso beso, mientras la presentadora sonreía y lo hacía pasar como un gesto propio de la alegría del momento. Pasaron las horas y Twitter comenzó a virar en su relato. Las feministas se hicieron dueñas del discurso y se comenzó a calificar el gesto como "agresión sexual". Las feministas presionaron a los políticos; los políticos entraron al trapo y bastó el trayecto de la Selección desde Australia hasta España para convertir la estupidez propia de un gañán como Rubiales en un caso de agresión sexual contra la mujer. 

Jenni Hermoso visualizó claramente cómo se giraban las tornas y fue lista, porque se puso de perfil, nombró a una representante sindical para que ejerciera de portavoz y se largó a Ibiza de vacaciones mientras las redes ardían de verdad. Ante la avalancha de mierda que le estaba cayendo a Rubiales, —imagino que perplejo por la dimensión que estaba alcanzando este asunto— intentó grabar un vídeo con la propia Jenni, de manera que le restara importancia y le salvara el culo. Pero Jenni ya no estaba para nadie. Y menos para ayudar a un impresentable a punto de ser ejecutado socialmente. Pasó del asunto y dejó que las feministas se lo merendaran. Rubiales se resistió e intentó tirar de épica en una reunión con la Federación, pero la situación ya era insostenible. 


Al cabo de dos años, ha llegado el juicio y ya tenemos sentencia. Y lo mejor del proceso ha sido ver la desesperación de un juez intentando hacer uso del sentido común a la vez que encajaba la lamentable ley del solo sí es sí es toda esta demencia. La sentencia es una oda al sentido común e interpone diez mil euros de multa a Rubiales puesto que no se ha demostrado que Hermoso respondiera que "sí" al famoso "¿un piquito?" del gañán supremo, pero también ha decidido no aceptar la petición de cárcel que la fiscal solicitaba. Es decir, ha dejado claro que la ley le obliga a condenar a Rubiales, pero que el hecho de que este caso haya llegado a la Audiencia Nacional, fagocitando recursos públicos y el tiempo de un juez que tendrá cosas mejores que hacer, es como para darle un par de vueltas. 

Todavía he tenido que leer en Twitter esta mañana a más de un necio quejándos de la sentencia y lamentándose de que no hayan metido en la cárcel a Luís Rubiales. Es decir, hay gente con su perfil público en Twitter clamando al cielo porque Luís Rubiales no ha sido condenado a más de dos años de cárcel. Por un "piquito". Para que veamos el nivel de majaderos que nos rodean y cómo el fanatismo se traga de dos bocados al sentido común. Por lo visto, el hecho de que cualquiera pueda tildar públicamente a Luís Rubiales de agresor sexual no les basta. Querían verlo perder su trabajo, su reputación y su libertad por toda esta cacería sinsentido que ha sufrido y que a la vez ha provocado semejante idiota. Y todavía tengo que venir aquí a defender a este pelele socialista al que no se le dijo ni media palabra cuando montaba fiestas en Marbella con señoritas de alto standing con fondos de la Federación. Aquello pasó de puntillas por los medios españoles. En cambio, parece que sea lógico que el gesto de Australia sea calificado como agresión sexual cuando hasta la propia Jenni Hermoso se partía el culo en el autobús de vuelta. 

No amigos, lo de Jenni Hermoso no es una agresión sexual. Una agresión sexual es que tu jefe te arrincone en una esquina y te sobe las tetas o te haga insinuaciones vejatorias. Una agresión sexual es lo que sufrió la adolescente de Alicante que fue secuestrada hace unos años en la propia ciudad, drogada y violada entre cuatro argelinos en un piso del centro. Una agresión sexual es lo que padecen muchas mujeres cuando deambulan por el Raval de Barcelona. No me jodáis. El beso de Rubiales no es una agresión sexual. Se ha cambiado el significado legalmente a esa expresión para que las Montero de turno puedan colmar sus ambiciones y ejecutar sus venganzas. 

Ahora, yo os pregunto, cada vez que conozcáis a una persona o tengáis una primera cita, ¿cómo va a transcurrir el momento de ese primer beso? Hasta ahora, era algo propio de las sensaciones del momento. Se suponía que la clave era saber leer las circunstancias y a la otra persona y en un momento dado, acercar tu cara y darle un beso. Sin embargo, somos humanos y cuántas veces no habrá ocurrido que uno interpreta mal al otro, intenta darle un beso y el resultado es una cobra de manual o un bofetón. Ahora el resultado final puede ser una demanda judicial por agresión sexual y una condena en firme. 

¿Os parece lógico? A mí no. 

viernes, 3 de marzo de 2023

El pecado original de JK Rowling

Hablemos del colectivo trans. Nuestros amigos del colectivo trans montaron en cólera hace unas semanas en Twitter por la salida al mercado de Hogwarts Legacy, un videojuego espectacular basado en la obra de JK Rowling. La autora británica se convirtió hace unos años en anatema para la comunidad transgénero. La consideran Belcebú; la tránsfoba original. La campeona de las TERFS —o terfas como les gusta decir a ellos—. 

Cuando me di cuenta del odio sarraceno que JK Rowling despertaba entre esta gente, me puse a investigar sobre el tipo de infamia que la escritora debió cometer para que miles de personas la persigan desde hace años a ella y a cualquiera que se haya manifestado en su defensa. Hasta las empresas se han plegado a la cancelación de la creadora de Harry Potter. Tanto es así, que los actores de las películas la han dejado de lado, al igual que HBO Max, quien en un especial sobre Harry Potter, decidió no invitar a JK Rowling al homenaje de su propia obra. 

Bien, buceando en Twitter en busca de la ofensa primigenia, todo el mundo califica a JK Rowling de "tránsfoba" y de "negarle los derechos humanos a los trans". Es decir, alguien terrible, que por lo visto juzga a las persona por su condición sexual. Sin embargo, a pesar de las referencias de cientos de personas, quise acudir a la fuente original. Al tuit cero, por decirlo así. 

He aquí el tuit que desencadenó la mayor avalancha de mierda jamás caída sobre alguien. Y, por ende, la mayor campaña de cancelación que cualquier persona pública haya sufrido. 


Os traduzco: "Gente que menstrua". Estoy segura de que había una palabra para estas personas. Alguien puede ayudarme? Muheres, Mojeres, Mujeras?" 

En referencia a un artículo de Devex titulado "Creando un mundo post COVID más igualitario para las personas que menstrúan", JK Rowling ironizaba sobre las excentricidades que últimamente salían del mundo woke americano, como la de evitar la palabra mujer para no "ofender" a los trans. En una especie de desquiciado razonamiento, el término mujer incluiría también a los transgénero y, por tanto, si tu intención es hablar sobre la mujer biológica, se ven obligados a utilizar calificativos como "personas menstruantes". Sé que suena a delirio, pero os garantizo que esta mierda es el pan de cada día en Estados Unidos, tanto en los medios de comunicación como en la universidad y en las redes sociales. 

Pues bien, JK Rowling, feminista declarada desde siempre, recibió muchísimo hate por este tuit, al que intentó darle añadir un par para dejar claros algunos puntos. Lo siguiente que escribió fue:



"Si el sexo no es real, no hay atracción hacia el mismo sexo. Si el sexo no es real, la realidad vivida de las mujeres a nivel global se borra. Conozco y amo a las personas trans, pero borrar el concepto de sexo elimina la capacidad de muchas personas de hablar de sus vidas de manera significativa. No es odio decir la verdad” 

Es decir, la exitosa autora de la saga de Harry Potter defendía la identidad de la mujer como tal, sin desmerecer a las mujeres trans, pero en ningún caso aceptando que el sexo sea un ítem vital que se escoja y que, por tanto, sólo dependa de la autopercepción del individuo. 

En realidad, daba igual las explicaciones que JK Rowling intentase ofrecer. La ofensa ya había sido consumada. En estos casos el perdón tiene difícil encaje, a no ser que el que ofensor esté dispuesto a una genuflexión humillante y prolongada en el tiempo, amén de una contribución generosa a los colectivos adecuados. Y aún así, costaría quitarse la etiqueta de TERF (trans excluyent radical feminist) de encima. El mundo woke no tiene tradición de perdonar a los herejes de su causa. 

Lo que sí tiene, es un poder muy por encima de su representatividad en la sociedad. En España, se estima que el 0,1% de la población se declara trans, lo que viene a ser un abanico entre 5k y 10k personas. Es decir, todos los trans españoles cabrían holgadamente en el fondo sur del Martínez Valero. Si nos ponemos generosos, podrían llenar el fondo sur y el norte, pero poco más. Con esa cantidad de gente, han desplegado una cantidad de influencia y de poder en redes sociales capaz de obligar al Congreso a hacerles una ley al dictado, donde la autopercepción determinará tu sexo en el registro civil, sin necesidad alguna de hormonación, cirugía ni cambio de nombre o apariencia. La ley se publicó en el BOE esta semana e incluye a los menores, que podrán exigir el inicio de una transición hombre-mujer o mujer-hombre cuando lo deseen, sin la necesidad de la supervisión de un psiquiatra y sin que nadie pueda negarles dicho proceso irreversible. 

Veremos cuál es el resultado final de todo esto. Lo que sí sabemos es que países que aprobaron antes que nosotros este tipo de leyes, en los últimos tiempos se han visto obligados a echar marcha atrás, por la cantidad de problemas del día a día que han ido apareciendo y por las denuncias masivas de jóvenes arrepentidos de haberse sometido a operaciones tan invasivas como mastectomias, faloplastias, histerectomías, etc.. 

miércoles, 19 de octubre de 2022

Los Anillos de Poder: un desastre anunciado

La serie más cara de la historia, decían. Mil millones de dólares invertidos en una temporada. Un presupuesto que triplica al de la Casa del Dragón. Hablo, por supuesto, de los Anillos de Poder, la serie con la que Jeff Bezos, el propietario de Amazon, quería provocar un nuevo fenómeno cultural como lo fue Juego de Tronos. A priori contaba con los ingredientes perfectos, empezando por los derechos de la saga de fantasía más respetada de todos los tiempos. Bezos fue a lo seguro y compró los derechos del Señor de los Anillos, el Hobbit y los apéndices a Tolkien Estate, la empresa familiar propietaria de la obra de J.R.R.Tolkien. 

Una vez muerto Christopher, el hijo del profesor y el principal artífice de la recolección, revisión y publicación de los escritos que su padre no publicó en vida, el resto de la familia no dudó en coger los 250 millones de dólares que Amazon puso encima de la mesa y cederles los derechos para que hiciesen lo que quisieran. 

Amazon Studios, por su parte, entregó el proyecto a un grupo de productores ejecutivos variopintos, con J.D. Payne y Patrick McKay a la cabeza del mismo, discípulos de JJ Abrams y con un currículum que incluye Star Trek 4 y poco más. Es decir, la empresa de Bezos decidió entregar el proyecto más grande de la historia a dos completos desconocidos. 

Sabiendo esto, se entiende que la serie no tenga ni pies ni cabeza. El problema no radica en que se aleje del canon de una manera obscena, sino que el desarrollo de las tramas que se han inventado no tiene interés alguno. Para empezar, la trama más absurda de todas es la de los hobbits, llamados "pelosos" en esta serie. Son un grupo de zarrapastrosos que viajan por el mundo con carretas y que se topan con el "Gandalf" de los cielos, pero ninguno de los personajes que componen el grupo tiene un arco de personaje desarrollado, ni motivaciones ni intrigas que hagan avanzar su historia. Sencillamente están puestos ahí porque había que meter hobbits. Además, el grupo, eminentemente endogámico, se encuentra liderado por un hobbit negro, mientras que el resto son blancos. Nada tiene sentido. 

Por otro lado, tenemos la trama de la protagonista, Galadriel, una de las elfas más poderosas y bellas de todos los tiempos; hechicera terrible de los bosques de Lothlórien, capaz de leer las mentes del resto de seres y de convocar poderes devastadores. Sin embargo, en esta serie, Galadriel es una adolescente gruñona que mide 1,60 y lleva una espada. No tiene magia, sólo mala hostia y miradas desafiantes. En serio, es ridículo. La actriz que la interpreta, Morfydd Clark, dejó bien claro que no había leído los libros de JRR Tolkien y que no consideraba necesario hacerlo. Claro que no. Por eso su Galadriel no tiene nada que ver con la de Cate Blanchet, que era fiel a la obra de Tolkien y supo captar la majestuosidad de la hechicera más poderosa de la Tierra Media en el Señor de los Anillos y en el Hobbit. La Galadriel de Anillos de Poder es la "comandante de los ejércitos del norte", como Máximo de Gladiator, pero lo cierto es los showrunners han convertido al personaje en detestable desde el primer episodio. Nadie que haya visto la serie soporta a su protagonista y eso, queridos amigos, es un grave problema. Imaginad que Aragorn hubiese sido un tipo arrogante y altivo durante la trilogía de Peter Jackson, ¿quién iba a empatizar con él? Pues por algún motivo que desconozco, estos dos guionistas consideraron que Galadriel debía ser escrita con un carácter exigente, despótico y con serios problemas de contención de la ira.

Y luego tenemos la trama de los elfos. Dios santo, los elfos. Empecemos por el cambio de look injustificado. Unos seres inmortales, que irradian belleza, sabiduría y que son los grandes protegidos de los dioses, con largos cabellos dorados o color plata, como el Celeborn de Peter Jackson o el propio Thranduil, padre de Légolas. Eso era lo lógico, escoger actores atractivos y gastar ese enorme presupuesto en caracterizarlos como a elfos, como en su día se hizo con Orlando Bloom y su Légolas.

Pero Amazon Studios no consideró que ese fuera un camino lógico. Para ellos, había que cortarles el pelo, contratar a un actor negro para que se hiciera pasar por elfo noldor y convertir a Celebrimbor en una señora mayor . Por no hablar de Gil-Galad, que carece de cualquier porte divino como alto rey de los elfos. Es decir, todo el casting en esta serie parece estar elaborado por completos desconocedores de la obra de Tolkien. Allí donde Peter Jackson estudió hasta el más mínimo detalle de los textos del profesor, e intentó adaptarlo de la forma más eficaz para que entrase en tres películas de 4 horas cada una, en Amazon Studios decidieron pasar completamente de las descripciones detalladas de los libros de Tolkien. 

Hasta el videojuego Sombras de Mordor hizo un trabajo artístico envidiable para darle vida a Celebrimbor y a Annatar, como seres bellísimos que irradian sabiduría. El caso de Annatar —la forma élfica que adoptó Sauron para acercarse a ellos— es especialmente brillante. En el videojuego se le caracteriza con un cabello plateado y liso y un rostro bellísimo, impecable, lo que provocó los recelos de Elrond y Gil-Galad ante el Señor de los Dones, que es como se hace llamar en el Silmarillion. Fijaos en qué rasgos tiene y cómo encaja con la idea de los elfos de JRR Tolkien. Así se adapta un personaje.



Durante seis largos episodios, la trama de Galadriel la lleva a Númenor, donde intentará convencer a la reina Míriel de que lleve su ejército a "Las Tierras del Sur" para enfrentarse a unos orcos que ella no ha visto en ningún momento. Su motivación es la venganza por la muerte de su hermano, pero es una motivación con la que la serie ya comienza y, por tanto, el espectador no es partícipe de ella ni puede empatizar con la misma. Un buen guionista ofrece al espectador el acontecimiento que desencadena la motivación de un personaje para que pueda comprender qué empuja al protagonista a tomar unas u otras decisiones. Pero en Anillos de Poder se explica en un prólogo de 15 minutos que el hermano murió en una guerra y listo. A partir de ahí vemos a la sabia y milenaria Galadriel llegando a la isla exigiendo como una cría y faltando el respeto a todo el que se encuentra, con frases que dan verdadera vergüenza ajena como la famosa "Hay una tempestad en mí" o escenas ridículas donde mete a tres guardias de Númenor en una celda con dos movimientos. 

Es verdaderamente chocante ver una serie con ese presupuesto y el apabullante nivel técnico que tiene, venirse abajo por una escritura tan deficiente como ésta. Llega a ser grotesco el intento que Payne y Mckay hacen de incluir su agenda política en el guión de la serie. Hay tres negros en la serie: un hobbit, un elfo y una enana. El resto son blancos. Desde fuera no entiendes nada. Es decir, en una comunidad cerrada, si hay un negro, debería haber más, no? O de dónde ha salido? Del matrimonio de dos blancos? Por ejemplo, Disa, la reina enana, es negra. Sin embargo, en Khazat Dum no hay más enanos negros. Que alguien arroje luz a este misterio. Lo mismo pasa con Arondil, el elfo guay que hace las veces de Légolas. Es el único elfo negro que aparece en la serie. Si quieres meter a un negro como elfo, lo normal sería trabajar un poco ese aspecto y explicar que, no sé, los elfos silvanos de esta zona, tienen la piel más oscura y por eso todos son negros. Pero no metas a un único elfo negro en toda la serie sin dar una puta explicación. Es absurdo hasta decir basta. 

Después de 7 largos capítulos en los que no ha pasado absolutamente nada, más allá de un batalla por una aldea que tiene, literalmente, cuatro casas, esta serie no puede remontar de modo alguno. Los supuestos misterios que intenta preservar, como que Halbrand es Sauron, son conocidos desde el primer episodio. Los guionistas no han sabido plantear tramas que sorprendan al espectador ni que mantengan su interés. La serie no pasa de un 35% en Rotten Tomattoes según los espectadores, por mucho que los críticos le hayan dado un 85%. Ni siquiera supera a la lamentable She-Hulk en puntuación. Es un desastre absoluto.

La Casa del Dragón adelantó su estreno para hacerlo coincidir con el de Anillos de Poder a pesar de tener tres veces menos presupuesto. Se dice que tenían información de primera mano de gente que había participado en la producción y a los que les parecía un auténtico fiasco. En Hollywood se tiene pánico a criticar cualquier producto que se proclamé woke e, imagino, que ese es el motivo por el que la serie de Amazon ha pasado por tantas manos sin que nadie se haya atrevido a decir lo evidente y es que la serie sencillamente, es un completo desastre. 






miércoles, 13 de enero de 2021

El Capitolio y sus consecuencias

Pieles de bisonte, chalecos antibalas, sombreros de cowboy, banderas confederadas, Jim Crow, tatuajes de águilas, orgullo blanco, rifles de asalto, uniformes del Ejército, carteles de Make America Great Again…. Bienvenidos al apasionante mundo de QAnon y de la América rural, donde cualquier buena conspiración es bienvenida. 

Lo ocurrido en el Capitolio, lejos de parecer una locura colectiva de miles de chalados pro Trump, escenificó uno de los temores que mucha gente tiene y del que muy pocos se atreven a hablar: la fragilidad de las democracias occidentales. Como quedó demostrado el otro día, ni siquiera la capital del país más avanzado del mundo es capaz de contener a una masa enfurecida y dispuesta a morir por sus ideas. El centro político de Washington D.C., que se encuentra en el barrio Capitol Hill, alberga algunas de las instituciones más importantes del globo, además de edificios históricos como el Instituto Smithsoniano, la Corte Suprema, la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, el propio Capitolio y la Casa Blanca. Posiblemente, en Capitol Hill se concentra el mayor poder político de la tierra, capaz de tomar decisiones que nos afectan a todos por mucha distancia que haya por medio.

La seguridad existente en estas zonas no sólo es la visible a primera vista, que tan sólo supone el pico del iceberg, sino que en su mayor parte se encuentra bajo tierra a través de cientos de búnkeres erigidos para la protección de los dirigentes en caso de ataque. Se dice que de la Casa Blanca pueden surgir hombres desde todas las direcciones a través de salidas secretas instaladas en el jardín principal. El Servicio Secreto, que es una agencia que cuenta con más de 5000 trabajadores, proporciona buena parte de esta infraestructura de seguridad, ya que además de encargarse de la seguridad del Presidente y del Vicepresidente, son los responsables de guardar la moneda y de proteger embajadas extranjeras y dirigentes invitados a Estados Unidos. 

Por otro lado, el Capitolio, como casi todas las instituciones, cuenta con su propia policía —United States Capitol Police—. Sin embargo, Washington no cuenta con el mando de la Guardia Nacional como otros Estados de la Unión, sino que éste depende del Presidente o el Vicepresidente. 

Aún con todo ello, miles de personas se establecieron a las puertas del Congreso y el Senado americano y decidieron lanzarse al asalto sin ningún tipo de reparo. Es evidente que hubo órdenes de no intervención por parte de la Policía del Capitolio, puesto que les dejaron trepar las paredes, romper ventanas y colarse dentro sin ningún tipo de resistencia. Tan sólo algunos de los agentes que se encontraban en la Sala Principal del Congreso abrieron fuego tras atrincherarse en su interior y comprobar cómo los asaltantes intentaban entrar en la zona donde se hallaban los congresistas. En este contexto se dio la muerte de la ex soldado Ashley Babbit, que cayó fulminada de un disparo en el pecho. 

Visto desde fuera y con cierto desconocimiento de la guerra cultural que se vive en América desde hace unos diez años, el análisis simple puede ser el de culpar de esto a Donald Trump y a otra cosa. Partiendo de que Trump es un impresentable, tengo que decir que el asunto es mucho más complejo y que se trata, más bien, de una escalada de acción-reacción fomentada por ambas partes desde hace años. 

Existe una especie de conglomerado ideológico nacido en las universidades y en las grandes urbes de ambas costas que fue recogido, fomentado y distribuido por los grandes grupos mediáticos y por las Big Tech de Sillicon Valley. Este grupo socio-político, que basa buena parte de su forma de pensar en el posmodernismo y en la políticas identitarias, se ha dedicado desde hace mucho tiempo a señalar, ningunear e insultar al prototipo de hombre, blanco, hetero y republicano, desde múltiples flancos. Ya no pertenecen a él intelectuales clásicos de la izquierda como Noam Chomsky; más bien el estilo que se ha impuesto es el de Alexandra Ocasio-Cortez o la propia Kamala Harris. 


En primer lugar, tenemos al feminismo desbocado que divide a la sociedad en categorías y que desprecia al hombre por el hecho de serlo, imponiéndole una carga conductual uniforme para todos los varones y poniéndolos bajo sospecha ante el testimonio de cualquier mujer. 

Por otro lado, el movimiento Black Lives Matter combina una defensa de los derechos civiles de la minoría negra con un absoluto desprecio por la autoridad y por el hombre blanco, al que no duda es apalear en institutos, barrios, etc. La muerte de George Floyd supuso un impulso global a su movimiento, que está financiado por la Open Society de George Soros y que llegó a hacerse con el centro de Seattle con armas en la mano y a pedir la disolución de los cuerpos de policía de todo el país. Además, cuentan con ANTIFA a su lado, lo que les garantiza un plus de disturbios y radicalización por parte de los jóvenes blancos de extrema izquierda. 

Por último y no por ello menos importante, el movimiento LGTBIQ+, ha sido el principal motor en redes sociales en las campañas de cancelación que se han ido llevando los últimos años contra centenares de artistas, actores, emperesas, escritores, políticos, profesores de universidad, etc… El movimiento trans/queer, en concreto, es el que concentra las mayores tasas de fanatismo. Su lucha se centra en que los Estados legislen sobre la autopercepción de género, por la cual cualquier persona sea vista social y legalmente según se perciba a sí misma. Aquellos que se han mostrado en contra de esta deriva hacia el irremediable caos, han visto cómo auténticas hordas les atacaban no sólo en redes sociales, sino en actos de presencia física donde son muy dados a aparecer para agredir a sus supuestos enemigos. Entre estos enemigos, por cierto, se encuentran buena parte de las feministas clásicas, ya que éstas alegan que las mujeres trans se están haciendo con espacios que por derecho corresponden a la mujer. Por eso, el movimiento LGTBIQ+ las llama TERFS y las odia profundamente. 

Todo este conjunto de movimientos sociales han ido generando un ambiente irrespirable en todos los ámbitos culturales y sociales de Estados Unidos, ya que en todos ellos se exige una cuota de presencia en cualquier obra, libro, película, mesa redonda, programa de televisión, etc… que exista. De lo contrario, el creador de ese contenido recibirá negatividad y cancelación en campañas que sobrepasan la obsesión en redes sociales. 

Por supuesto, los republicanos, la gente de derechas y la que vive en zonas rurales, alejadas de estos focos de movimientos sociales de new age, suelen ser los únicos que se posicionan en contra de todo ello, lo que les ha valido —con los años— un ninguneo constante y un apagón informativo entorno a su figura y sus ideas. La izquierda liberal americana, lejos de contentarse con ese desprecio a cerca de 70 u 80 millones de americanos, siguió apretando las tuercas con el objetivo de hacerlos desaparecer por completo de las de redes sociales. Mediante campañas de presión a las grandes Big Tech, éstas comenzaron a introducir políticas de restricción basadas en los “delitos de odio”, que son la gran excusa utilizada por la izquierda para aplicar la censura de toda la vida. 

En este ambiente nocivo y tóxico para esa población, apareció un outsider del sistema como Donald Trump, que atacaba sin paliativos a todo el establishment social montado alrededor de los movimientos sociales citados. Aquello generó una conmoción en esa gente blanca y de clase media trabajadora, cristianos y defensores de la familia tradicional, que por una vez vieron en Trump a un político que denunciaba este abuso. Por supuesto, se lanzaron a votarle, lo que propició su victoria sobre Hillary Clinton y los últimos cuatros años. 

Han sido cuatro años terribles a nivel social para América. La brecha política se ha ensanchado tanto que parecen dos poblaciones distintas. Por eso, que las elecciones americanas estuviesen tan reñidas no presagiaba nada bueno, porque los dos grupos sociales se jugaban gran parte de su bienestar los próximos años. Desde luego Trump no ayudó en nada durante el último mes y su comportamiento fue deleznable, pero tampoco los medios liberales fueron sinceros, ya que se dedicaron a tapar las vergüenzas de la familia Biden, en concreto del hijo mayor del Presidente electo. 

Juego sucio, odios cainitas y lucha por el poder en medio una pandemia de las dimensiones del COVID-19. Las democracias occidentales viven en la cuerda floja, expuestas a la manipulación ejercida por las Big Tech; incontrolable ya estas alturas de la película (recomiendo el documental de Netflix “El Dilema Social”). 


Veremos si Trump no era el mal menor. Y veremos si la elección de un presidente de 78 años no supone el relevo en breve de Joe Biden por Kamala Harris, en lo que a todas luces parece ser la estrategia a seguir. 

miércoles, 4 de noviembre de 2020

La Verdadera Ley Mordaza

The real one. Esta vez sí que sí. Por fin llega la Ley Mordaza a nuestras vidas y no la pantomima que intentó el PP hace unos años. Aquello era una Ley absurda dirigida a acobardar a cuatro manifas y a incautar fotos y vídeos de policías dando rienda suelta a sus porras de fresno. La triste realidad, sin embargo, es que afectaba a un sector de la población muy escaso. Pecaba de una indudable falta de ambición. 

Por otro lado, la ley que el Gobierno está ultimando es harina de otro costal. Tiene fuerza y frescura. Hablamos de la auténtica censura en redes sociales por medio del socorrido "delito de odio", fórmula utilizada en Estados Unidos para descalificar cualquier conducta que se aleje del dogma. Se trata de extender una ola de suspensión de cuentas, mensajes alerta de fake news, multas y amenazas burocráticas de todo tipo, de manera que el típico listillo con una cuenta de 20k seguidores y mucho tiempo libre, deje de tocar las pelotas al Ejecutivo. Se acabó lo de llamar Chepas o Marqués de Galapagar a Pablo Iglesias, pues ahora cuenta con arma capaz de enterrar a los graciosetes en kilos de mierda administrativa y judicial. Una auténtica oda al acoso institucional que hará las delicias de los más cerriles defensores de poner en su sitio a los fascistas y a los nazis. 

Por ejemplo, esta Ley nos permitirá denunciar a cualquier miserable que se atreva a dudar de que un trans es una mujer o pondrá en la mira a los historiadores que disientan sobre el franquismo, el colonialismo o el indigenismo. Se acabaron las teorías alternativas que predominan en muchas cátedras nacionales.  

Es una Ley que se asienta sobre bases sólidas como el hormigón armado. La firme convicción de que el hombre vive mejor en entornos controlados que le impidan divagar. Dadme a un hombre necio pero obediente y os construiré un imperio. Ésa es la idea básica. El nuevo hombre del siglo XXI, despojado ya de toda masculinidad tóxica, de ideas tabernarias y de costumbres burguesas es un ciudadano que se sabe poco o nada en relación a la mujer, pues a ella le debe perdón histórico y, por ende, genuflexión a perpetuidad. Con ese hombre en mente, la Ley viene a señalar a aquellos que se alejen del canon, devolviendo al conjunto una maravillosa capa de vacuidad. 



Sólo aquellos líderes brillantes como la katana de un samurai son los destinados a establecer conexión con el corazón del pueblo y sólo aquellos que verdaderamente pertenecen a él son dotados de la capacidad innata de amar. Pablo Iglesias sabe amar al vulgo y nos ofrece este regalo leguleyo para nuestro gozo. Nos dice: "Liberaos de las cadenas del pensamiento neoliberal. Dejadme que os guíe". Ésa es la genialidad de su ser, convertido ya en padre de la nación y brújula moral donde mirarnos. 

Estoy convencido de que toda democracia real precisa de herramientas que ayuden a depurarla de pensamientos tóxicos e intolerantes. Seamos intolerantes con los intolerantes. Otra idea fabulosa; en Twitter dicen que de Popper. Vete a saber. ¿Quién coño ha leído a Popper? Yo no, desde luego. Pero sé que viviremos en una patria mejor despojada de la chusma de la extrema derecha. Y la Ley Mordaza viene a servir a esa noble causa. Os animo, pues, a denunciar sin temor cualquier acto de pensamiento o de palabra que atente contra la tolerancia y los valores democráticos de nuestra querida patria. 

Sospechad de aquellos que se envuelven en la bandera, pues pretenden adueñarse de ella y despojarnos al resto de sus colores y su calor. Desconfiad de cualquiera que se llame a si mismo español, pues pretende dañar la multiculturalidad de nuestra patria y menospreciar a los distintos pueblos que la conforman. Denunciad sin miedo a vecinos, compañeros de trabajo y familiares, pues será bueno para ellos conocer el alcance del poder del Estado, amén de hacerles reflexionar detenidamente sobre sus futuros actos. Estad atentos y observad, después informad y más tarde, el Estado proveerá. 

Estoy pletórico, no puedo negarlo. Una patria social y multicultural como la nuestra es un tesoro poco común en la historia del hombre/mujer. Este es un gran primer paso, pero pronto llegará la Ley del Sólo Sí es Sí, seguida de la Ley de Autopercepción de Género y la Ley de Educación Social, que ayudará a guiar a nuestros jóvenes. Pablo sólo ha establecido los cimientos, pero los ladrillos llegarán hasta formar muros firmes y duraderos donde cobijarnos. El sueño socialista hispano... qué maravilla. 


miércoles, 12 de agosto de 2020

La Ley Trans

Una de las máximas de los posmodernos que están invandiendo el pensamiento social y cultural de Occidente, es que la sexualidad tradicional ha de derrumbarse al precio que haga falta. Algunas teóricas feministas han ido evolucionando en su pensamiento hasta desafiar a la propia biología académica sobre el sexo. Es decir, hasta ahora, la convención era que el género era un constructo social que otorgaba una serie de roles culturales al hombre y a la mujer. De ahí que muchas feministas luchasen por derogar esos postulados que partían de la tradición occidental pero que afectaban en algunos aspectos a la mujer. 

Sin embargo, desde hace algunos años, filósofos como Paul Beatriz PreciadoManifiesto Contrasexual— o feministas como Judith ButlerEl Género en disputa—, defienden que no sólo el género es una construcción social, sino que el sexo también lo es. Se basan en la autopercepción como elemento que dictamine qué es cada persona. Es decir, algunas personas —aquellas que padecen disforia de género—, no se identifican con el género que le asignaron al nacer. Si un hombre percibe que no se siente hombre, sino que es una mujer, comienza un periodo de transición que consta de hormonación constante e incluso de cirugía. Estas teóricas plantean la duda de en qué momento ese hombre puede ser considerando mujer, ya que establecer dos años de hormonación —como ocurre en España— para ser consideradas como tales, no se correspondería con la realidad que él/ella percibe.

Partiendo de esta base, se ha comenzado a legislar en países como Canadá o Argentina, la famosa Ley Trans, que viene a legalizar la autopercepción como método para el cambio de sexo, sin necesidad de hormonarse ni de pasar por quirófano. Y además, viene a establecer decenas y decenas de nuevos géneros que han ido surgiendo. 

Evidentemente, esta Ley conlleva una serie de problemas evidentes, que pueden poner patas arriba a nuestra sociedad. El principal es que si cualquiera puede ser mujer con sólo decirlo, se convierte en mujer bajo el prisma de la Ley, con todo lo que ello conlleva. Vestuarios, equipos femeninos, cárceles femeninas, etc… todo a disposición de aquel que afirme que es mujer. No en balde, muchas feministas se han dado cuenta de esta situación y el otro día promovieron #IreneMonteroDimisión, ya que la Ministra de Igualdad es la principal defensora de la implantación de esta Ley. A este grupo muy numeroso de feministas que están en contra, desde el lobby LGTBI+ se les denomina TERF’s —Trans Exclusionary Radical Feminist—, en un claro intento por denigrar este movimiento e intentar quitarlas de en medio. El Partido Feminista, del que Lidia Falcón es su lideresa, fue expulsado de IU por oponerse a esta ideología, que de forma clara y evidente, viene a restar importancia al hecho de ser mujer de manera biológica, queriendo equipararlo al hecho de ser mujer por “autopercepción”. 

Tras el éxito de este hashtag en Twitter, una oleada de odio coordinado, intentó contrarrestar el movimiento de protesta sobre la Ley Trans, llegando a vincular a estas feministas con el discurso de VOX, además de insultarlas de todas las formas posibles. 




La mayoría de la sociedad no suele entender nada de la idelogía de género porque leer a Butler o a Preciado requiere un ejercicio de voluntad muy firme, os lo aseguro. Sus textos son enrevesados y muy opacos, ya que intentan a través de la retórica tumbar evidencias marcadas a fuego en disciplinas como la biología, la fisiología, la anatomía, la neurología, etc. Sin embargo, a través del poder mediático del lobby LGTBI+, que recibe cantidades ingentes de dinero a través de organizaciones como Open Society, están ganando la batalla cultural a base de intimidar a aquellos que se les enfrentan. En esta guerra por desgaste, os adelanto que será el lobby LGTBI+ quien gane y quien, finalmente, imponga una ley que no surge de ninguna necesidad social, sino de los caprichos de la corrección política y de la posmodernidad. 

martes, 9 de junio de 2020

La Religión del Caos

Cuando hace un par de días observé cómo un pelotón entero de la Guardia Nacional estadounidense hincaba la rodilla ante un centenar de manifestantes, tuve la certeza absoluta de que Occidente estaba condenado. El tándem del Primer Mundo, formado por la Vieja Europa y su alumno aventajado, los implacables Estados Unidos de América, iban a verse derrotados por un ejército de fanáticos criados al calor de la mercantilización de la imagen y guiados por la infantilización de sus cavernosos cerebros.

Éste era el final del camino de dos mil años de Historia cimentada en la sangre de la hoja del gladius romano y en las tragedias de Eurípedes; en la belleza del Califato Omeya de Córdoba y su Medina Azahara, en la grandeza de Carlomagno y su Sacro Imperio; en el Cantar del Mío Cid y en la Asturias de Don Pelayo; en la Universidad de Salamanca y en la Escuela de Traductores de Toledo; en las Cruzadas a Tierra Santa y en la Orden del Temple; en la devastación de la Peste Negra y en las herejías cristianas; en la Pinta, la Niña y la Santa María; en el Tercio Viejo de Cartagena y sus temibles piqueros y arcabuceros; en Felipe II y en su Imperio, donde jamás se ponía el sol; en el Hombre de Vitruvio de Leonardo y la Capilla Sixtina de Miguel Ángel; en el telescopio de Galileo y en el modelo de Copérnico; en Tomás de Torquemada y el temor al Santo Oficio de la Inquisición; en la Macbeth de Shakespeare y en El Perro del Hortelano de Lope; en la Ley de la Gravedad de Isaac Newton y en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos; en la Toma de la Bastilla y en el Terror de Robespierre; en la Primavera de los Pueblos y en el Manifiesto Comunista de Marx y Engels; en el Crimen y Castigo de Dostoievsky y en la Ana Karénina de Tolstoi; en la E=mc² de Albert Einstein y en la radioactividad de Marie Curie; en la Gran Guerra y en la Toma del Palacio de Invierno; en los Felices Años 20 y en la terrible naturaleza de Hitler; en el Desembarco de Normandía y en el abismo nuclear de Hiroshima y Nagasaki; en la Guerra Fría y en la muerte de Kennedy; en el sueño de Martin Luther King y en el pequeño paso de Neil Armstrong; en el Telón de Acero y en la caída del Muro de Berlín; en la muerte de Freddie Mercury y en el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York; en el Euro y en el Brexit; en la caída de Leman Brothers y en el ascenso de Barack Obama.



Después de tantas penurias y tanta luz, Occidente ha decidido por fin suicidarse. Ha encontrado la bala de plata que pondrá fin a todo lo conocido para dar paso a algo terrible, la idiocracia. No hay nada peor que un necio fanatizado, dirigido. Porque el estúpido no posee los elementos de juicio necesarios para priorizar el instinto de supervivencia; no los necesita. Sólo requiere de órdenes claras y simples, de etiquetas predefinidas a las que aferrarse y de discursos vacíos de todo y llenos de nada. El necio necesita una religión secular, que le proporcione un propósito en medio de su vida desposeída de valores y plagada de frustración. La frustración es el combustible que mueve los motores gripados de los más simples que, en el fondo, siempre han sido munición en manos de mentes superiores.

La izquierda ha comprendido de manera brillante, a mi parecer, que la lucha de clases no tenía sentido en nuestros días, ya no. Es por ello que tras algunas décadas de ensayo y error, ha encontrado el momento ideal para plantar nuevas semillas de rápida germinación. Mediante una amalgama de ideologías basadas en la confrontación de dos bandos, ha elaborado un pastiche que no tiene rival aparente. Ha combinado con la habilidad de un cirujano el movimiento feminista de cuarta ola con el antifascismo hijo del fracasado movimiento antiglobalización; lo ha aderezado con un poco de ecologismo new age teenager y le ha dado consistencia mediante el antirracismo y un amplio conocimiento de la comunicación en redes sociales. A fuego lento durante más de un lustro, la izquierda ha terminado por cocinar y servir —con éxito— una religión secular que ha logrado meter en el gaznate de millones de eunucos dispuestos a inmolarse sin dudarlo. No se les promete un paraíso con 72 vírgenes, pero sí lograrán aceptación en Instagram y en Twitter, lo que para muchos de estos cretinos es un plato mucho más suculento.

Nacieron con un smarphone en la mano y las grandes corporaciones aprovecharon la oportunidad. Los sepultaron bajo toneladas de información vacía, contradictoria y destinada a generar confusión. Ante tal cantidad de estímulos, prefirieron los textos cortos a los largos, los tuits a los artículos y los vídeos a los libros. El resultado es más que evidente: un ejército de estúpidos lobotomizados.

Basta un hashtag en Twitter o una corriente en Instagram, para que marchen al frente y se ofrezcan como meras herramientas de aquellos que dirigen lo que leen, buscan y comparten a través de algoritmos generados en el desierto de Nevada. Si lo que está de moda es arrodillarse ante un negro porque la masa lo indica, ellos no dudarán en hacerlo. La pregunta es qué pasará cuando se les pida que aprieten el gatillo de la 9 mm que apunta a sus sienes.